Para los fanáticos de las películas de Luc Besson, llega a la pantalla grande la última entrega de la saga Taken, protagonizada por Liam Neeson, Maggie Grace, Famke Janssen, Forest Whitaker, entre otros.



Liam Neeson, retoma su papel como el ex agente Bryan Mills, quien es acusado de matar a su ex esposa de manera brutal. Consumido por la ira se embarca en una carrera para eludir a la policía y al agente del FBI Franck Dotzier interpretado por Forest Whitaker, para descubrir a los verdaderos asesinos de su ex así como proteger a su hija Kim.



El filme tiene las típicas secuelas de acción y persecución entre la policía y el fugitivo, lo cual es el punto fuerte del director Olivier Megaton junto con LucBesson; no obstante la historia resulta muy forzada para ser la conclusión de una saga que empezó de manera excelente en Taken, y que tuvo una secuela decente en Taken 2.



Esta última entrega (esperemos que sea efectivamente la última) adolece de incongruencia con la trama original, bien podría ser una película diferente con los mismos actores. La persecución por parte del agente del FBI es floja e inconsistente, Forest Whitaker no está en su mejor papel. Neeson cumple en su rol del agente vengador pero nada más. Lo rescatable es la relación padre e hija que hace entendible el deseo de Bryan Mills de resolver el conflicto en que se encuentra, sin embargo el final resulta descolorido y cansado para una franquicia que tuvo un excelente comienzo.