En estos tiempos de la información sexual al alcance de todos, y con tantos y tan variados métodos de anticoncepción, cada vez debieran ser menos comunes los embarazos involuntarios. Y las parejas debieran tener oportunidad de pensar detenidamente y reflexionar a fondo sobre sus razones o motivos para querer tener un bebé.
Pero a pesar de la anterior circunstancia, lo cierto es que las razones por las que alguien decide tener un hijo pueden ser de lo más variadas, y hay que decirlo, a veces de lo más irracionales o incluso perjudiciales. Aunque parezca mentira, y no esté bien visto decirlo, las motivaciones que esconden algunas personas para dar la bienvenida a un bebé en ocasiones son puramente egocéntricas y se sustentan en emociones que pueden ser discutibles.
No sólo es conveniente elegir el momento en que la pareja va a engendrar un hijo, también es esencial escoger un motivo sano, detenerse a pensar qué cambio trascendental va a conllevar su decisión y concederse mentalmente el tiempo necesario para meditar en ello.
La realidad es que la llegada de un bebé supone un ejercicio de gran responsabilidad que merece analizar qué puede haber detrás de algunas razones para ser padre o madre, y si éstas son sanas o insanas.
Entre los peores motivos tal vez está el de tener un hijo para complacer a la pareja, o peor aún, a otros familiares como los propios padres que ya desean ser abuelos.
Todo lo que se haga para buscar la aprobación del otro o evitar desacuerdos, sin que se comparta o esté convenido realmente, a mediano o largo plazo traerá problemas, pues el padre coaccionado se sentirá forzado a cuidar del recién nacido.
A veces el más reacio a ser padre puede necesitar más tiempo para acabar proyectos personales o profesionales, o no estar tan decidido porque ya tiene hijos de un matrimonio anterior, o mostrarse inseguro porque prevé que el pequeño le restará libertad.
Todas estas cosas pueden hablarse con la pareja y negociar tiempos, pero no pueden ignorarse por complacer al cónyuge o cubrir las expectativas de los futuros abuelos que piden un nieto.
Tener un hijo es una gran responsabilidad…Y es fundamental haber alcanzado un estado en el cual realmente se desee ser padre o madre, no guiado por razones externas o por problemas de personalidad, sino porque se ha madurado lo suficiente y se desea de fondo traer al mundo a otro ser y asumir el compromiso de cuidarlo y educarlo. Es un paso mayúsculo en la vida de cualquier persona y nunca debiera darse a la ligera.
