Durante cerca de cinco años, la vida me dio el regalo de contar con un espacio libre y respetuoso en esta columna mercurial, donde pude compartir mis ideas sobre la crianza en estos tiempos post-modernos y sobre la importancia de la educación inicial.
Pero todo cambia y se transforma, y en esta etapa otros derroteros me han llamado y me hacen imposible mantener mi colaboración que empezó siendo diaria, se transformó en semanal, y últimamente ocurría cada vez más esporádicamente.
Agradezco profundamente a la directora de El Mercurio de Veracruz, mi amiga Luz María Rivera, y a todo el equipo de reporteros y otros colaboradores, por haberme recibido entre sus huestes como una más; sépanse que en el corazón siempre me seguiré asumiendo como parte del gremio mercurial. Y a los lectores, por supuesto, mi gratitud por siempre.
Me despido refrendando el deseo de que El Mercurio cumpla muchos años más y siga consolidándose como una opción democrática, de libre expresión, y de plumas comprometidas y sin cortapisas.