Acaba de pasar el día de la madre, que en nuestro país es una fecha que difícilmente puede pasar desapercibida. La vida se paraliza ese día: flores, electrodomésticos, restaurantes atestados, tráfico, y mensajes que oscilan entre la cursilería más rampante hasta joyas de reflexión sobre el papel de la maternidad en nuestras vidas.
Particularmente, vivo agradecida con Dios porque me permitió traer al mundo a cuatro maravillosas criaturas. Pero si lo pienso objetivamente, si lo comento con toda la sinceridad del mundo, así como ha sido fuente de muchas satisfacciones y alegrías, no todo ha sido simple y fácil o perfecto.
Lo que sí es un hecho es que para cualquier mujer, ser madre te cambia la vida o la percepción de ella: tu energía, tus otras relaciones (pareja, familia, amigos), tu desarrollo personal y profesional, todo se ve impactado por el hecho de ser mamá y no siempre positivamente.
Me parece que es importante pugnar porque se vaya aceptando esta realidad, se desmitifique el ideal de la maternidad, se quite ese velo de estoicidad y amor perfecto que cubre la idea de “la Madre”, así, entre comillas y con mayúsculas.
Siempre he pensado que las mamás somos como la luna, y que así como tenemos un lado brillante y luminoso, también tenemos otro lado oscuro y en la penumbra.
Creo que estos “tiempos difíciles” nos exigen, especialmente a las mujeres, quitar ese velo “color de rosa” y reivindicar el papel social, histórico y económico de la maternidad.
Hacer ver que las exigencias del mundo post-moderno, que concibe a las mujeres como profesionales, pero también organizadas y eficientes amas de casa, y madres que atienden puntualmente a sus hijos, es irrealizable, abrumador y lleva a muchas mujeres a la muy válida opción de mejor no tener hijos.
Por otro lado, a diferencia de sus propias madres y sus abuelas, las mujeres jóvenes de hoy viven en soledad el proceso de hacerse mamás, sin el acompañamiento de una mujer adulta amorosa que comparta con ellas la experiencia.
Las familias de hoy son uninucleares, viven distanciadas de sus familias originales, y no siempre tienen cerca a otras madres dispuestas y con tiempo para compartir sus vivencias.
El otro gran problema de la maternidad en la era postmoderna, es el dilema de muchas mujeres que no aceptan verse forzadas a elegir entre ser mamás o profesionistas exitosas, y se deshacen tratando de cumplir con los dos temas a la vez.
Esto es un área de lucha y reinvindicación que necesitamos pelear y exigir las mujeres de hoy: el reconocimiento de nuestra valiosísima función social, y los cambios necesarios en las jornadas y las exigencias laborales, así como la corresponsabilidad de todos los miembros de la familia en las tareas domésticas, para que podamos conciliar ambos aspectos de la vida.
Con todo, espero que las lectoras mercuriales que son mamás, hayan tenido un plácido y celebrado día.
