23.Abril.2018
PROCESO ELECTORAL Y CIUDADANÍA
Por
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11.Septiembre.2018







A media semana recibí una llamada desesperada de la capacitadora electoral del INE que conocí en el 2016, en el proceso de la elección de gobernador, en el que fui insaculada para participar como funcionaria de casilla.

Me contó desencantada que a estas alturas del proceso, en que ya debieran de haberse dado las capacitaciones a los ciudadanos que participarán organizando el proceso en las mesas de votación, aún no ha podido reunir el número de personas necesario para cubrir el total de las casillas de este distrito (y no creo que la realidad de los demás sea muy distinta).

Así que me pidió mi participación voluntaria, y por supuesto que acepté.

No tiene que ver con que me fascine la idea de pasar más de doce horas en una casilla, pero sí con mi convicción de que es una obligación y un derecho ciudadano participar en el proceso, apoyando, además de con el voto, en la organización del proceso y la defensa de los resultados.

Me parece que la tan cacareada “democracia”, nos cuesta mucho dinero a los mexicanos, y por lo tanto nos compete defenderla y darle vigencia.

Frente a las elecciones que ya están a la vuelta de la esquina, valdría la pena detenernos a pensar en las razones de tanto descontento, frustración, resignación o cansancio. ¿Qué es lo que hay verdaderamente detrás de la baja participación y el desinterés de los ciudadanos en el proceso?

Leo todo el tiempo en redes y escucho en pláticas de café y de pasillo las opiniones sobre el enorme gasto, la corrupción, y es clara la gran desconfianza hacia la clase política y los partidos…Pero ¿esto justifica nuestra falta de ciudadanía?

Y tampoco se trata de que todos se propongan voluntariamente para ser funcionarios electorales el día de la jornada…Hay otras maneras más cotidianas y simples de participar: hablando del tema con nuestros familiares y amigos, con nuestros hijos en edad de votar, usando activamente nuestras redes sociales (no sólo las digitales sino aquellas con seres humanos de carne y hueso a través de la palabra y el actuar);hablando abiertamente de nuestras simpatías, desacuerdos, y reclamos hacia la clase política.

Informándonos diariamente, conociendo las propuestas de los candidatos, usando un amplio criterio para no convertirnos en propagadores de “fake news” y presionando para que el nivel del debate político sea de altura, y no de descalificaciones y “chismes de lavadero” como a veces ocurre con nuestros políticos.

Nunca habrá una verdadera democracia sin demócratas, es decir, ciudadanos comprometidos porque el voto se cuente y se cuente bien, por acudir a las urnas hasta que en lugar de ir en descenso la tasa de participación se eleve a la altura de los demás países democráticos.

Y este forjar ciudadanos, no va a darse de arriba hacia abajo ni por decreto…Será en las familias, en los hogares, en las escuelas, en las calles. Es en estos ámbitos donde nuestras niñas y niños, nuestros jóvenes, aprenderán (o no) a convivir con armonía, de manera solidaria, con los demás; a ejercer su libre albedrío y a tomar decisiones afrontando las consecuencias de las mismas; a preocuparse primero por el colectivo y luego por el individuo. Aprenderán, en una palabra, a ejercer de manera plena su ciudadanía.

Pongamos el ejemplo y participemos todos, hagamos política, participemos con nuestro voto y de todas las maneras posibles para consolidar nuestra incipiente democracia, pues sólo de esta manera abonaremos a la verdadera transformación de este país. ¿No es eso lo que todos buscamos?

¡Hasta la próxima semana!


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