26.Febrero.2018
DEL “DÉFICIT DE ATENCIÓN” AL “DÉFICIT DE PANTALLAS”
Por
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No es la primera vez que medito sobre el tema, porque pensando en las características de la crianza de niños pequeños en estos “tiempos difíciles”, es un asunto que resulta en verdad preocupante.

Cada vez es más común observar en calles, escuelas, restaurantes, transportes, a niños de dos años o menos edad, jugando con los teléfonos celulares de sus madres o incluso, con una tablet propia.

Las mamás se muestran encantadas con el manejo tan diestro que hacen los niños de ese adminículo (“ya nacieron con ese chip integrado”, me han comentado algunas) pero sobre todo, agradecen los largos minutos y hasta horas que sus pequeños retoños pueden pasar “pegados” a una pantalla sin siquiera moverse, ni hablar, ni hacer ningún ruido.

Pero ya empiezan a conocerse estudios exhaustivos sobre las consecuencias de esta exposición indiscriminada a los estímulos de las pantallas, que ofrecen cambios abruptos de imágenes por cada minuto, terminando en una sobreestimulación.

Particularmente, yo asocio el incremento en los problemas de déficit de atención de los que tanto se quejan los maestros en los jardines de niños y en las primarias, con esta sobreexposición a las pantallas. Es mucho exigirle a un cerebro infantil que ha sido criado con una sobre estimulación salvaje, que se concentre en algo concreto.

Y entonces, las experiencias de convivencia familiar (las visitas a casa de los abuelos, las comidas familiares, por ejemplo), de salidas a la naturaleza (a la playa, de día de campo, etc..), terminan por parecerles atrozmente aburridas. Este tipo de experiencias vitales no pueden competir con toda la estridencia, movimiento, efectos especiales y colorida parafernalia que ofrecen las pantallas.

A muchos chicos adolescentes, lo peor que puede ocurrirles en la vida, es que los castiguen retirándoles sus computadoras y gadgets, o llegar a un sitio donde no hay wi-fi. Palidecen, se marean, ponen cara contrita y angustiada, y empiezan impacientes a preguntar cuando regresan a sus casas, o a decir que se aburren y quieren irse, o se niegan a acompañar a sus padres lejos de una conexión a internet.

Si lo pensamos más a fondo, lo que está ocurriendo con nuestros niños y adolescentes es que les aburre la vida real, y lo que les entretiene, estimula e interesa… son cosas de la esfera virtual, cosas no reales.

A riesgo de parecer radical con este tema, si quisiera mover un poco a la reflexión a nuestros amables lectores mercuriales que tienen hijos pequeños, sobre si este aburrimiento atroz de los chicos de hoy no podrá estar relacionado con un exceso de pantallas en sus vidas, y si valdría la pena hacer algunos cambios en sus rutinas diarias.

La invitación entonces es a pasar del “déficit de atención” característico en los chicos de esta época, a un “déficit de pantallas” en las vidas de las niñas y los niños que criamos, para que desarrollen una mayor capacidad de goce vital y de asombro, de conexión y relación con sus congéneres, que les aporte mucho más a su desarrollo y al logro de una vida plena y feliz.

¡Hasta la próxima semana!



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