08.Enero.2017
PADRES VS. MAESTROS
Por
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11.Septiembre.2018



A mi juicio, entre los saldos más negativos de la reforma educativa, está la desvalorización de los maestros: estigmatizados como conflictivos y flojos, considerados por la sociedad entera como los únicos culpables de los malos resultados en las pruebas y evaluaciones internacionales, considerados por muchos padres de familia como una especie de “niñeras” o “hayas” de sus hijos.

Incluso, muchos padres de familia actúan como verdaderos enemigos de los maestros de sus hijos, poniendo en tela de juicio todo lo que hacen en las aulas.

Y no estoy diciendo que los padres no tengamos derecho a conocer y a opinar sobre lo que nuestros hijos aprenden o no en la escuela, a preguntar nuestras dudas sobre los métodos, a compartir con los docentes lo que observamos en el desempeño escolar de nuestros hijos…claro que tenemos ese derecho. Nos corresponde además exigir al sistema educativo que profesionalice verdaderamente al personal docente de las escuelas, no sólo a través de evaluaciones de desempeño sino básicamente a través de una educación normalista de excelencia, la actualización magisterial y la formación continua.

Pero también tenemos que aprender a tratar a los maestros como profesionales. Cuando vamos con un abogado no discutimos el asesoramiento jurídico, o si vamos con el doctor no le rebatimos la receta o los puntos de sutura que debe dar…Sin embargo, en educación todo nos parece discutible, como si conceptos como competencias y estándares, aprendizaje entre pares, o evaluación formativa, fueran comunes y dominados y entendidos por cualquier cristiano.
Pongámonos en los zapatos de los maestros de nuestros hijos, e imaginemos que después de la jornada laboral fuéramos juzgados diariamente por treinta personas. Pues eso ocurre: los padres y madres de 25 alumnos cuestionan su trabajo, muchas veces delante de los niños y las niñas, restándoles autoridad, y todavía, de remate, a través de un grupo de whatsapp.

Que si pone mucha tarea, que si es poca, que si no explica bien las cosas, que porqué antes explicaba de otra manera, que porqué hace esta o aquella actividad, que porque dijo tal o cuál cosa, etc….

Los maestros se enfrentan a menudo a alumnos desmotivados, a los que tienen que enseñar, transmitir ilusión y ganas de aprender, y a veces incluso tienen que completar la tarea de la familia de implantar normas de educación, de convivencia, etc. La hacen de psicólogos, de animadores, de soporte emocional de los niños y niñas si hace falta.

En realidad, los padres y los maestros debieran ser cómplices, puesto que su objetivo común es la educación de los niños y niñas. Pero debe ser muy difícil trabajar "con el enemigo en casa". Ojalá pudiéramos empezar a ver a los maestros de nuestros hijos como coadyuvantes, cómplices y socios en la tarea de educarlos bien.

¡Hasta mañana!




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