Hace unos días vi una fotografía de una pista de patinaje sobre hielo en Japón, bastante escalofriante. En el parque Space World, la pista de hielo tenía como elemento distintivo cinco mil peses congelados de diversas especies, pues el gerente tuvo la macabra ocurrencia de que, de esta manera, los usuarios tendrían la sensación de que estaban patinando sobre el mar.
Y por supuesto, se trata de la pista de hielo más cara del mundo.
Muchísimas ideas de destrucción y ecocidio tienen como sustento precisamente la ambición y el dinero. Es decir, los seres humanos no somos depredadores por naturaleza, lo hacemos por la soberbia que dan el dinero, el placer y el poder.
En estos días fue ratificado como presidente del país más poderoso de la tierra Donald Trump, un ignorante que dice que el cambio climático es “un invento de los chinos”.
Creo que una reflexión muy importante en esta época del año, en que estamos cerrando un ciclo de vida que se antoja cada vez más difícil e incierta, necesitamos hacer compromisos en lo individual y en lo colectivo para alejarnos del punto de no retorno (si no es que ya estamos ahí).
Odio cuando sueno tan tremendista, pero la sobre-población mundial, la desertificación, el cambio climático, la proliferación de epidemias y enfermedades nuevas, la extinción de especies, la acidificación de los océanos, la baja producción de alimentos y la escasez de agua potable, nos dejan saber que estamos viviendo “tiempos difíciles”, de alta peligrosidad en términos ambientales, y por lo tanto, de supervivencia...
Y creo también que tenemos que tener claro que hasta ahora, a pesar de los avances impresionantes de la tecnología, no hemos podido encontrar un planeta alterno, así que solamente tenemos éste y es nuestro deber protegerlo.
Entre mis propósitos de año nuevo está evitar los platos y utensilios desechables. Esta Navidad estoy sacando la loza y aunque tengamos que lavar trastes en estos días de fiesta, estoy dispuesta a hacerlo como una aportación mínima para ayudar a detener esta destrucción.
Está también el trabajo de concientización con nuestros hijos, y educarlos con más conciencia y cuidado de si mismos, de los demás y del ambiente, se hace imperativo si queremos, como especie, tener todavía un futuro.
