En estos “tiempos difíciles”, siempre estamos sometidos a varios tipos de stress: físico, emocional, mental o espiritual. Las adversidades varían y nos retan de diferentes maneras, y si no es un asunto económico, es un problema de salud, o simplemente el estupor de ser testigos de palo de la rampante impunidad que impera en todas las esferas del gobierno; por eso es importante cultivar la habilidad de recuperarnos ante ellas.
No se trata de insensibilizarnos, de reprimir las emociones o de fingir que en nuestras vidas no pasa nada y todo está bien; la resilencia es una capacidad para sanar y avanzar, para tener una mejor calidad de vida y sobre todo, mantener una salud óptima.
Es necesario partir de la base de que el stress no es el enemigo, sino una condición inherente a los seres humanos, esencial para crecer, y que además, nunca se va a ir.
Gracias al stress, nuestro cuerpo puede adaptarse y generar una serie de cambios internos cuando algo amenaza nuestra sobrevivencia, pero se vuelve nocivo cuando a diario sometemos el cuerpo a él, al ser muy exigentes con nosotros mismos y con los demás, cuando las pequeñeces nos irritan, nos volvemos perfeccionistas o solemos interiorizar la ansiedad.
La clave parece estar en aprender a usar el stress a nuestro favor, a manipularlo y dominarlo.
Y hay un método antiquísimo para mejorar nuestra variabilidad de ritmo cardiaco y enfrentar este mal del mundo contemporáneo, un método milenario: los yoguis, los maestros zen, los meditadores experimentados la utilizan: la respiración.
Se trata de aprender a llevar la respiración a un ritmo tranquilo y lento para estar más centrados, tranquilos y resilentes.
Controlando la respiración, podemos evitar que nos suba la presión, que no nos afecte la altura, y adaptarnos fácilmente a cualquier situación o circunstancia.
Entonces el antídoto a diferentes tipos de stress, sería detenernos tres veces al día a practicar la respiración, a hacernos conscientes de ella.
No perdemos nada con intentarlo…Ante las broncas con el marido: respiremos. Ante los berrinches de los niños, inhalemos y exhalemos hondo y profundo. Ante cada noticia del mundo político o cada toma de calles y plazas, detengámonos a respirar… Empecemos a practicar la respiración consciente, para tener mayor claridad de mente y fortaleza ante los retos que la vida nos presenta. Está fácil, ¿no?