20.Octubre.2016
CEREBRO INFANTIL Y TECNOLOGÍA
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Empezamos con la red 0.1 y ya vamos en la 0.4…La tecnología digital crece de manera exponencial y está transformando al mundo, pero también a las personas, y peculiarmente a nuestros cerebros.

Pero sin duda, las transformaciones más radicales están ocurriendo en los cerebros de los niños y los jóvenes. Y en este proceso de transformación, los adultos, los padres, debiéramos ser mediadores. Creo que el peor peligro no está en los cambios neurofisiológicos, sino en que no haya un acompañamiento y una vigilancia para que estos inevitables cambios tengan un impacto lo menos negativo posible.

Hoy los chicos están expuestos a las pantallas por largos lapsos de tiempo, siempre que quieren y que sus padres se los permiten. Y aquí es donde es necesario que los adultos tomemos nuestro papel regulatorio.

El peor tiempo para permitir que los chicos estén “empantallados” es durante la noche, pues se interrumpe el ciclo circadiano natural de sueño y esto tiene consecuencias importantes en la salud física y mental de los niños. La luminosidad de la pantalla inhibe la producción de melatonina y provoca un mal funcionamiento de la glándula pineal, lo cual traerá un efecto negativo y adverso al organismo infantil: cansancio, fatiga mental, dolor de articulaciones, falta de crecimiento, disminución de la capacidad de concentración, irritabilidad, entre otras consecuencias.

Antes de los cinco años (la etapa más importante de la vida porque es fundacional de las capacidades cerebrales), las pantallas deben estar proscritas de las vidas de los niños, y esto incluye al televisor.

Una de las capacidades importantísimas que deben desarrollar los niños de esta edad es la de comunicarse, a través del lenguaje verbal.

Un exceso de exposición temprana a una pantalla, ya sea una tablet o smartphone, altera el uso de la mirada como código comunicativo. El niño que comienza a mirar la pantalla por horas, empieza a perder la capacidad maravillosa de hacer sinapsis en la corteza parietal del hemisferio derecho y en la corteza occipital para poder mirar rostros. Y eso es lo que necesita fundamentalmente el niño de esta edad: ¡mirar muchos rostros!

A mayor cantidad de horas que un niño antes de los cinco años de edad mira pantallas, es probable que pierda la capacidad de leer claves comunicativas de contexto. Y entonces nos estamos encontrando con un aumento impresionante de niños diagnosticados con trastornos del espectro autista, que no leen claves de contexto, no mentalizan, no comunican al exterior.

Hace unas semanas, impartí un taller a maestras de niños pequeños en las guarderías sobre la narrativa oral y su papel en el desarrollo integral de los bebés. Y analizábamos lo importante que es que los niños vivan rodeados de los lenguajes humanos, que son el fáctico, el de todos los días para las cosas cotidianas, y el lenguaje del relato, que tienen que ver con las narraciones, los cuentos, las rimas, las canciones.

Los niños pequeños, entonces, requieren que pasemos tiempo con ellos desarrollando estos dos lenguajes, y también el movimiento, pues a menor actividad física, se resiente el aparato músculo- esquelético y lamentablemente, también la inteligencia.

Y ninguna de estas dos cosas, lenguaje y movimiento, se pueden desarrollar correctamente si los chiquillos pasan tres o más horas enchufados a una Tablet, a un X-box, al Wii… No evadamos entonces, nuestro papel de reguladores o mediadores de la actividad digital de nuestros hijos.
¡Hasta mañana!


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