Sin duda el nuestro es un mundo extraordinariamente complejo, en el que la realidad empieza a igualar a la ficción y en muchos casos, a superarla. Muchas cosas que están ocurriendo que parecen irreales, como sacadas de una película.
Al menos así me sentí yo ahora que estuve leyendo sobre la visita a México del cyborg más famoso del mundo, Neil Harbisson, con motivo de la Aldea Digital que año tras año promueve Telmex como una estrategia para abatir el analfabetismo tecnológico. Investigando en qué consiste precisamente ser un cyborg, empecé a dimensionar cómo ha cambiado el mundo y hacia donde va.
Los cyborgs son personas que incorporan (literalmente) en su cuerpo alguna máquina o tecnología cibernética, de manera tal que la línea que separa a los humanos de las máquinas empieza a hacerse cada vez más tenue.
Prótesis biónicas, microchips bajo la piel, caderas artificiales, lentes de contacto que miden la glucosa, “wearables” ( que son ropa o accesorios que incorporan también tecnología, como los tenis con GPS incorporados o las gafas inteligentes que hacen miles de cosas con una orden de tu voz ( toman videos, fotografías, traducen los letreros, se conectan a internet, etc…).
Este hombre, el invitado a la Aldea Digital 2016 de la Ciudad de México, nació en Irlanda del Norte pero se crió en Cataluña, por lo que habla muy bien español. El nació con un problema llamada acromatopsia, que hace que su visión sea prácticamente en blanco y negro.
En algún momento de su vida se injertó un ojo electrónico que le permite “escuchar” los colores por vía ósea, y entonces puede percibir muchos más colores de los que el ojo humano es capaz de identificar.
Para el correcto funcionamiento de este ojo cibernético, Harbisson requiere el uso de una antena sensor que irrumpe en la parte superior de su cráneo, y que le da un curioso aspecto de extraterrestre.
Estas capacidades adquiridas con su transformación en cyborg, Harbisson las ha utilizado en el arte plástico, pues es capaz de percibir una gama mucho mayor de colores que un ser humano normal, y entonces puede reproducir pictóricamente los discursos de Martin Luther King o de Hitler, por ejemplo.
¿Extraño mundo el de hoy, no? ¿Será válido éticamente hablando potenciar las funciones naturales de los seres humanos a través de la tecnología? ¿Potenciar los sentidos con tecnología y no con atención y concentración?
¿Llegaremos algún día a vivir en un mundo donde coexistan los seres humanos “normales” y los cyborgs, superhombres potenciados artificialmente? Sin duda, estos sin “tiempos difíciles”, y pudiera pasar que en un futuro no muy lejano, nuestros hijos y nietos piensen en el internet como un nuevo sentido.
