Entre las cosas que plantea el Nuevo Modelo Educativo 2016 que me agradan (porque hay muchos planteamientos que me resultan confusos, y otros que me parecen alejados de la realidad del país), está la idea de que la formación de niñas y niños autónomos, reflexivos, solidarios y capaces de resolver problemas en forma creativa, considera necesario que los agentes educativos (padres y maestros) sean mediadores de aprendizajes.
Sin embargo, para que se logre la mediación, además es necesario crear un ambiente positivo tanto en la familia como en la escuela, en el que niños y niñas se sientan seguros, contentos y queridos, donde se favorezca la libre expresión de sus sentimientos, la aceptación, la valoración de la diversidad y la solución creativa de problemas.
Así, la mediación y los ambientes positivos se constituyen en recursos metodológicos fundamentales al momento del trabajo pedagógico, propiciando mejores y más ricas experiencias de aprendizaje, porque crean un escenario en el que se generan vínculos sólidos entre los agentes educativos y los niños y, además, entre los propios niños. Esto, sin duda, tiene un impacto importantísimo en el desarrollo de las habilidades afectivas, comunicativas y cognitivas de niños y niñas.
¿Y cómo los padres de familia pueden constituirse también en mediadores del aprendizaje de sus hijos?
El buen mediador estructura y ofrece al niño experiencias de aprendizaje con el fin de “enseñarle el mundo” de forma significativa y trascendente. Esto implica seleccionar y organizar variadas estrategias activas, como el modelaje, el planteamiento de preguntas, de sugerencias y de problemáticas.
Algunas estrategias para practicar la mediación podrían ser cosas tan simples como conversar sistemáticamente con los niños, preguntarles sobre sus experiencias, sus opiniones y sentimientos; explicarles fenómenos, contarles historias, expresar ante ellos nuestras emociones y puntos de vista.
También plantear preguntas abiertas que motiven la reflexión, ?apoyar a los niños a superar sus dificultades y frustraciones, sin sobreprotegerlos, y utilizando un lenguaje positivo, y sobre todo, nunca descalificar a los niños.
Con estas simples estrategias coadyuvaremos con la escuela, desde las familias, a promover la formación de ciudadanos del siglo XXI.
