20.Julio.2016
HIJOS PERFECTOS
Por
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11.Septiembre.2018



Casi todos los padres y madres, desarrollamos expectativas inmensas en relación a nuestros hijos. Esta actitud casi natural, en estos “tiempos difíciles” se está convirtiendo en una patología, pues muchos padres no reparan en energía y recursos, invirtiendo fuertes cantidades de dinero y grandes dosis de organización y planificación, en perseguir que sus hijos desarrollen al máximo todas sus potencialidades y adquieran otras capacidades, en una carrera desenfrenada a la competitividad y el éxito.

No digo que esté mal querer lo mejor para nuestros hijos, buscar la mejor escuela y la mejor alimentación, buscarles algunas clases extraescolares, informarnos para ejercer un mejor papel parental y atender sus necesidades particulares…pero sin exagerar. En estas “sociedades líquidas” de la innovación y de la incertidumbre, el afán de algunos padres por planificar estrictamente la vida de sus vástagos, no sólo en relación a la educación sino también al juego, las relaciones sociales, la salud y el tiempo de ocio, a veces parece un vano empeño.

El afán perfeccionista de los padres a veces puede convertirse en un flagelo para las vidas de sus hijos, con normas rígidas que se extienden a todos los órdenes como alimentarse, vestirse, cuidarse, jugar, relacionarse, estudiar, dormir, pensar, sentir, etc.

Nada queda a salvo del manto del control parental, para que el proyecto de vida que tienen para sus hijos se desarrolle conforme a su plan establecido, hasta alcanzar el pleno éxito personal, profesional y social, e incluso espiritual.

Pero la gran paradoja es que este estilo de crianza está aumentando exponencialmente el estrés, la ansiedad y la angustia entre los niños de tres a seis años, y ha provocado un crecimiento de los problemas de aprendizaje en niños mayores; se ha incrementado el número de niños diagnosticados con problemas (autismo, TDAH, depresión infantil, desórdenes alimentarios, etc.); y la obesidad infantil se transforma en una pandemia mundial, entre otras consecuencias del perfeccionismo parental.

Tal vez con toda esta presión y control que algunos padres ejercen sobre sus hijos, sólo estén afectando para siempre en los chicos el bien más preciado que tenemos todos los seres humanos: la libertad y la autonomía para llegar a ser nosotros mismos.

Creo que la base del progreso humano es precisamente reconocernos y aceptarnos como seres imperfectos, educados por padres imperfectos en sociedades imperfectas. Tal vez sea mejor entonces dejar que nuestros niños sean imperfectos, pero seguramente más sanos y felices.

¡Hasta mañana!



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