19.Julio.2016
LOS NIÑOS Y EL FUTURO
Por
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A todos los padres nos preocupa el futuro de nuestros hijos. Y en sus discursos, los estadistas siempre justifican muchas de sus decisiones y políticas públicas en aras del futuro de la población infantil. Sin embargo, la realidad que vivimos nos muestra que en muchos países, estamos a años luz de mostrar fehacientemente esa preocupación.

Hay una gran polarización entre las posibilidades de los niños de países ricos y las de los niños de países pobres, o entre las oportunidades para los niños de la ciudad contra las de los niños del campo.

La situación de los niños en los países en guerra, en los éxodos masivos de refugiados, los índices de violencia y maltrato, la explotación sexual y laboral de niños y niñas, son datos que ponen en entredicho el esfuerzo de los adultos de esta generación por cuidar y proteger el devenir de la infancia.

Sin embargo, aunque estos tiempos son “tiempos difíciles”, no podemos negar que son también apasionantes. Estamos siendo testigos de una profunda transformación en la forma de interrelacionarnos en la comunidad humana.

Lentamente, es verdad, pero está empezando a gestarse un nuevo concepto de infancia, con un valor propio en el modelo social emergente. Digamos que empieza a reconocerse el papel central que tendrán los niños y las niñas en las nuevas sociedades del conocimiento.

Hay dos características que ayudan a este posicionamiento: una es la intensa disposición de la infancia hacia la creatividad y la innovación, y la otra es su innata aptitud para la apropiación de las nuevas tecnologías que facilita ampliamente su integración en las nuevas sociedades del conocimiento.

Particularmente esta última característica representa para los niños y las niñas una ventaja competitiva de primer orden, en relación con el resto de la población humana adulta que tendrá que superar una permanente alfabetización tecnológica.

De hecho, en materia de tecnología, los adultos hemos dejado de ser “los maestros” y hoy son los chicos quienes nos ayudan a familiarizarnos y entender el funcionamiento de las tecnologías. Digamos que se está resituando en una posición más horizontal, el tradicional predominio de los adultos sobre los niños y los jóvenes.

Las poblaciones muy adultas tendrán problemas para adaptarse a la continua emergencia tecnológica y para producir y competir en un mercado global basado en la innovación permanente y radical. Y por el contrario, las poblaciones más jóvenes mostrarán más capacidad de elasticidad social para acoger las exigentes pautas de la innovación disruptiva.

Por todo esto, se impone una nueva ética de la responsabilidad con el futuro de las generaciones próximas, tanto en las familias como en los estados. A fin de cuentas, los niños y las niñas son los únicos y legítimos continuadores del proyecto humano común. Aún podemos enmendar el rumbo.

¡Hasta mañana!


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