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COMPETITIVIDAD VS. FELICIDAD
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11.Septiembre.2018



En el nuevo Modelo Educativo para la Educación Básica, se plantea un aumento de la jornada escolar en una hora para los niños preescolares. El Secretario de Educación, Aurelio Nuño Mayer, dice que este aumento en horas efectivas será como si en lugar de tres años de preescolar los niños cursaran cinco, y que esto seguramente traerá grandes beneficios para su desempeño escolar futuro.

Por otro lado, también se plantea el proyecto de hacer crecer paulatinamente la cobertura de las escuelas de tiempo completo, donde los niños pasan ocho horas de jornada escolar, con el beneplácito de muchos padres de familia, que desplazan así sobre la escuela la responsabilidad del cuidado y supervisión de sus hijos.

Algunos padres piensan que estas jornadas de trabajo escolar, más algunas clases extraescolares y las tareas, darán sus hijos los conocimientos y habilidades para defenderse en este mundo tan competitivo.

Yo no dejo de insistir en que estos modelos educativos sólo generan una presión innecesaria para la vida de los niños, arrebatándoles su infancia y generando, a la larga, adultos inestables emocionalmente con propensión a las adicciones y la ansiedad.

La infancia debiera ser un período de dicha, de aprendizaje natural, de ocio que permita la ensoñación y el desarrollo de la creatividad, de juego, mucho juego, y sobre todo, de pasar tiempo con sus pares.

Si no les damos a los chicos espacio y libertad para encontrar su propio camino, y los forzamos a cumplir con nuestras expectativas, estaremos limitando su capacidad de independencia y autonomía, y de desarrollo de su propia identidad.

Presionar y saturar a los niños con múltiples actividades escolares y extraescolares, puede provocar una pérdida de motivación y del placer de aprender. Los niños pueden obsesionarse con obtener buenos resultados, sin disfrutar el proceso, sólo para complacer a sus padres y sin una meta propia de aprender lo que les gusta y que sienten necesitar para su propio proyecto vital.

La presión temprana también puede sembrar en los chicos el miedo al fracaso, y puede pasar que en lugar de convertirse en adultos exitosos y emprendedores, sean personas mediocres que prefieran permanecer en su zona de confort.

Finalmente, también se corre el riesgo de provocar una baja autoestima en nuestros hijos, pues ante la exigencia de perfección crecen pensando que nunca nada será suficiente, que no son lo suficientemente buenos como para ser amados, y vivirán siempre dependiendo de las opiniones de los demás.

Más que exigir y presionar antes de tiempo a los niños para que sean exitosos, sobresaturándolos de actividades y responsabilidades, recordemos siempre que cada niño tiene su propio ritmo de aprendizaje; que el aumento en las responsabilidades debe ser paulatino y de acuerdo al ritmo evolutivo de los chicos, y que una vida sencilla, despreocupada, amado y respetado por sus padres, con tiempo compartido de calidad, y libertad de acción y pensamiento para explorar y decidir por sí mismo, es tal vez lo que verdaderamente necesitan nuestros hijos en estos “tiempos difíciles”. Ellos no necesitan ser los mejores, sólo necesitan ser felices.

¡Hasta mañana!


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