13.Julio.2016
EL COMPROMISO FAMILIAR
Por
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La palabra compromiso se utiliza para describir a una obligación que se ha contraído, el respeto por la palabra ya dada. Algo tan simple como ofrecerle a alguien pasar a recogerlo a cierta hora, es ya un compromiso: “Mañana a las cinco de la tarde paso por ti a tu casa”. El compromiso es fundamentalmente un acto libre y voluntario. Orientamos nuestra libertad para cumplir con la expectativa que se tiene de nosotros.

Una persona se encuentra comprometida con algo cuando cumple con sus obligaciones, con aquello que se ha propuesto o que le ha sido encomendado. Es decir que vive, planifica y reacciona de forma acertada para conseguir sacar adelante un proyecto, una familia, el trabajo, sus estudios, etc.
Sin embargo, en estos “tiempos difíciles”, encontramos cada vez más personas filofóbicas, es decir con temor a comprometerse. Y entonces evitan establecer relaciones duraderas, y viven centrados en un total individualismo, en aras de no sentirse atados, responsabilizarse ni “cargar” con los problemas de otras personas.

Además, tampoco se comprometen mucho ni siquiera consigo mismos, con sus ideales y sueños, o con causas sociales o políticas, por los mismos motivos: no querer responsabilizarse, y evitar a toda costa las molestias o el sufrimiento.

¿Se podrá vivir así y ser feliz? Yo lo dudo. A medida que crecemos necesitamos echar raíces que den sentido a quienes somos y a lo que hacemos. Necesitamos encontrar razones para vivir y lo que es más importante, comprometernos con ellas.

En una familia, por ejemplo, existen diferentes grados de compromiso, de acuerdo al rol que cada uno ocupa dentro del grupo. Los padres tenemos la obligación no sólo de proporcionar a nuestros hijos los medios materiales para subsistir, sino también espirituales; es decir, debemos acompañarlos, apoyarlos, conversar, jugar con ellos. Ese es nuestro compromiso parental.

¿Qué hace que este compromiso se cumpla con agrado? Que ha sido nuestra elección y que ésta ha sido movida por el afecto y el cariño. La madre de un recién nacido se podrá quejar de no dormir lo suficiente por las noches, pero no dejará de levantarse a alimentar a su bebé, no por cumplir sino porque lo quiere y es capaz de sacrificarse. Cuanto más vivo es el amor menos se siente el compromiso como un deber sino como algo que hemos querido, buscado y elegido. El afecto hace suave la pendiente del compromiso.

Así, yo creo que una de las cualidades que hacen a una familia fuerte es el grado de compromiso que sienten los miembros que la forman.

Sería interesante que hiciéramos un ejercicio reflexivo para pensar cómo podemos fortalecer nuestro compromiso familiar: ¿De qué me hago responsable para que el hogar sea más agradable para todos? ¿Me ocupo de alguna tarea concreta de la casa o me dejo servir? ¿Me preocupan y ocupan las dificultades de otros integrantes de la familia? ¿Me aplico propositivamente a resolverlas? ¿Me alegra cuando se soluciona un obstáculo o se arregla una avería?

El compromiso que logremos tener para con nuestras familias, será importante para crecer como individuos y darle sentido a nuestras vidas.

¡Hasta mañana!


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