12.Julio.2016
LA AUTORREGULACIÓN EN ADOLESCENTES
Por
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Algunas veces soy testigo de las formas de control rígidas que algunos padres de mi entorno (familia, amigos) imponen a sus hijos e hijas adolescentes, un poco motivadas por el miedo y las amenazas de la inseguridad en estos “tiempos difíciles”, y otro poco enraizadas en las prácticas de crianza tradicionales, y no puedo evitar cuestionarlas.

La autorregulación es un sistema de control que supervisa que nuestras experiencias emocionales se ajusten a nuestras metas, implicando la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar nuestros estados de ánimo. Tiene que ver con el desarrollo de competencias tales como la autoconciencia, el control emocional, la capacidad de motivación y automotivación, la empatía y las habilidades sociales.

Es un bien escaso en esta sociedad consumista e individualista, pero parece hacer crisis durante la adolescencia. Y es fácil entender por qué: Los chicos se van a dormir una noche y cuando despiertan a la mañana siguiente su cuerpo ha cambiado, envuelto en sensaciones y capacidades nunca antes percibidas, y parece no pertenecerles.

Es una situación tensa que requiere de mucha empatía y tolerancia de parte de los padres, que no siempre se dan. Los adolescentes tienen una gran fuerza vital y una audacia natural, pero los adultos los queremos tener aferrados a sus pupitres, habitaciones y tareas, haciéndoles creer que no son capaces, que no pueden adquirir autonomía, y que deben prolongar lo más que sea posible una infancia de mandatos y obediencias debidas.

Se vuelve una innecesaria situación de estira y afloje: los chicos desarrollan opiniones y sentimientos opuestos a los de sus mayores, se dan situaciones de rebeldía y desafío que, si no son bien manejadas por los padres y maestros, traerán como consecuencia un enfriamiento del intercambio afectivo.

Yo creo que más que aumentar el control y la coacción sobre los actos de los chicos los adultos tenemos que comprender que los muchachos y muchachas necesitan autorregularse entre ellos; así, si permitimos que se junten y convivan más con sus pares, facilitaremos las cosas para que vayan calibrando armónicamente su capacidad de valerse por sí mismos. Ojo, control y supervisión no son lo mismo; los padres sí debemos supervisar a nuestros hijos adolescentes.

Tal vez el primer paso es no darle cabida en nuestros sentimientos y pensamientos al manido prejuicio de que los adolescentes son un dolor de cabeza para sus padres. Si han sido niños amados y acompañados sin presiones ni exigencias desmedidas, seguramente esta etapa de la vida transcurrirá con separaciones cortas y saludables de los padres, y con una confianza y comunicación bien establecidas.

Lo que estoy diciendo es que la adolescencia de nuestros hijos es una etapa vital que los padres definimos y preparamos desde la primera infancia: si quienes son adolescentes hoy, ayer sufrieron alguna forma de abandono emocional, la confrontación con sus mayores será dura. Y como en muchos otros casos, más vale prevenir que lamentar.

¡Hasta mañana!



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