09.Julio.2016
UN MUNDO SIN NIÑOS
Por
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Ayer iba caminando por la calle y me tocó ver una escena que me hizo pensar mucho en el tipo de sociedad que somos. Una señora llevaba a un pequeño en una carriola, y venía atenta a otros dos mayorcitos que caminaban detrás de ella, también pequeños: un niño de alrededor de 3 años y una niña de cinco, con uniforme del kínder. La escena me llamó la atención porque me llevó a un flashback de cuando yo llevaba a mis cuatro hijos a la guardería y al kínder, y venía exactamente igual de cargada y rebasada que la señora.

Era la hora de la salida de la escuela y había mucha gente con sus niños y mucho tráfico. De repente, por venir cuidando a los niños de atrás, acercó demasiado la carriola a una señora que venía caminando frente a ella, sin pegarle. Pero igual, la mujer muy airada empezó a regañarla por no venir mirando hacia adelante. La mamá se disculpó apenada y siguió su camino rápidamente.

La escena me molestó sobremanera porque pudiera haber entendido el enojo de la señora si la mamá hubiera venido con su celular, o corriendo. Pero simplemente venía cuidando de sus hijos y vigilando que no se bajaran de la banqueta. Además, si vienes caminando, y ves frente a ti a alguien que va cargado, o con movilidad reducida, pues te paras y cambias tu trayectoria, por elemental educación.

Pero estas conductas sólo revelan la mínima o nula empatía que somos capaces de sentir en estos “tiempos difíciles”. Nadie se pone en el lugar del otro y entonces, todo parece molestar y la gente vive continuamente enojada. Como si todo y todos estorbáramos.

Pero los niños, no sé por qué, parecen especialmente una molestia. Los pretextos que escucho para defender esta actitud siempre son: “hacen ruido, lloran, corren y no saben comportarse”. Una persona anti-niños que conozco siempre dice que en algunos restaurantes no debieran permitirles la entrada, porque molestan a los demás comensales. ¿Qué pensaríamos si hubiera algunos restaurantes con un letrero de “se prohíbe la entrada a las mujeres”? Hace medio siglo esos letreros eran comunes en varios establecimientos. O si tuvieran letreros de “se prohíbe la entrada a negros y asiáticos”, montaríamos en cólera y nos parecería discriminatorio.

Pero que prohíban la entrada a los niños sería bueno, piensan algunos, amparándose en el “derecho” de los adultos a estar tranquilos en algunos sitios.

Los niños representan un importante porcentaje de la población, y la Convención de los Derechos de Los Niños aprobada en 1989, suscrita y ratificada por México, establece en su artículo 31 que tienen derecho al descanso, al esparcimiento, al juego, a las actividades recreativas, la vida cultural y las artes. Así que pensar que se les debiera prohibir la entrada a ciertos lugares es totalmente discriminatorio. El mal comportamiento no es privativo de los niños, también hay mayores maleducados. A mí me ha tocado estar en algunos lugares donde los escandalosos e irrespetuosos son los adultos.

Habrá quien objete mi punto de vista diciéndome que hay muchos lugares donde pueden estar los niños, e incluso con áreas infantiles para que “nos dejen en paz” mientras comemos. Pero a mí lo que me parece preocupante es que prevalezca la idea de que los niños sobran, de que fastidian. Si construimos un mundo a espaldas de los niños, después no nos quejemos de las conductas de las nuevas generaciones.

¡Hasta mañana!



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