06.Julio.2016
LA CREATIVIDAD, UNA FORMA DE VIDA
Por
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11.Septiembre.2018



Estos días he estado ocupadísima, trabajando en las reseñas de unos libros infantiles, y ha sido una tarea titánica que me ha puesto a girar las ideas en torno a la imaginación y la creatividad, dos habilidades de pensamiento que son básicas en estos “tiempos difíciles”, y sin embargo tan escasas, y tan poco atendidas en las familias y en las escuelas.

Este es un tema que me apasiona…en el trabajo que hago en educación inicial la creatividad es el hilo conductor de la planeación pedagógica de una educadora, pero por más que lo leemos y lo ponemos en el discurso, poco lo vemos en la práctica.

Damos por hecho que los niños son creativos por naturaleza, y lo son…Pero ese talento innato no dura para siempre si no es valorado y potenciado por los adultos que los rodeamos.

La creatividad es como un perfume con el que nacemos todos, pero que se evapora si no hacemos nada con él. Y el frasquito de ese perfume puede ser rellenado día a día, o vaciado con pequeños gestos diarios.

Ser creativo es tener la capacidad para ser flexible e imaginativo, y puede suponer ser una ventaja para enfrentar los problemas en la vida, pues implica precisamente la capacidad del pensamiento alternativo.

Me da mucha tristeza cuando las maestras o incluso las mamás me piden que les recomiende libros, juegos o cursos para aprender a ser creativos. No creo que eso pueda comprarse o cursarse. Creo que debe ser una forma de ser, un estilo de vida.

La creatividad de los niños se hace crecer día a día, con pequeños gestos, hábitos y entornos, a lo largo de toda la vida. Y no hay que hacer cosas tan aparatosas ni difíciles, sólo repensar un poco lo que estamos haciendo con nuestros hijos, y que es lo que estamos potenciando.

Me explico…Una de las cosas más agresivas para la natural creatividad de los niños es saturarlos con actividades extraescolares o una agenda ocupadísima desde pequeños. Clases de natación, de inglés, de danza, de tae Kwon Do, taller de tareas, etc…

Alguna clase a petición de los propios niños por puro disfrute, o justificada por la necesidad, no está mal, siempre y cuando quede tiempo para el juego libre, la imaginación, para la ensoñación y el discurrir de las ideas.

Fomentar la creatividad exige mucha flexibilidad y libertad. Los niños deben tener espacios, tanto en casa como en las escuelas, donde puedan moverse libremente, donde no haya límites, presiones ni consignas establecidas por los adultos, y en los que se respeten y fomenten sus actos de libre expresión.

Celebrar sus obras y creaciones, exponerlas, hablar de ellas, es también muy importante. También ayuda hacerles preguntas que reten su inteligencia, invitarlos a imaginar durante nuestras conversaciones, fomentar el pensamiento divergente aplaudiendo siempre sus comentarios e ideas innovadoras, aunque no sean lo más práctico.

La imaginación, la creatividad, son la fuente de todo logro humano. Ojalá los padres y los maestros no olvidáramos nunca esto, y dejáramos nuestros empeños por “automatizar” las vidas de los niños.

¡Hasta mañana!


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