21.Junio.2016
LA VIOLENCIA Y EL AUTORITARISMO
Por
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Este fin de semana, en medio de la celebración del Día del Padre en todo el país, ocurrieron otros eventos que a mí particularmente, me preocupan, me indignan y me entristecen.

Me refiero a los eventos de Oaxaca, entre los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), la población civil (porque también tomaron parte del lado de los maestros los indígenas triquis del lugar), y la Policía Federal.

El saldo fue de 6 muertos y más de 100 heridos en Nochixtlán, y en el Istmo de Tehuantepec, en Juchitán, un periodista muerto.

En Chiapas la situación no es mejor; los medios han hablado hasta la saciedad del caso de las maestras “rapadas” supuestamente por integrantes de la Coordinadora, pero poco o nada dicen de las docentes paristas que han sido vejadas y violadas por elementos de la Policía Estatal y la Policía Federal.

Desde que empezó Mayo y a la fecha, hemos estado viendo escenas muy dramáticas de violencia, protesta popular, de represión y abuso de la fuerza pública; la sensación generalizada que experimentamos es la de que las cosas no están bien, de desaliento y preocupación por el rumbo del país.

Quiero dejar claro que los métodos de la CNTE no son de mi agrado y en ocasiones me han generado franco rechazo. Pero hay dos cosas que no podemos dejar de ver: la Coordinadora es la organización mayoritaria en varios estados (Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Michoacán), y hay muchas otras organizaciones magisteriales y estudiosos del sistema educativo que coinciden con ellos en el punto nodal de su protesta: la reforma educativa es ineficiente, inoperante y de educativa no tiene nada.

Y es que además del controvertido y violento llamado en contra de la reforma educativa de la CNTE, la Secretaría de Educación Pública y la Presidencia de la República han recibido múltiples inconformidades y cuestionamientos sobre la efectividad de la Ley del Servicio Profesional Docente.

En varios foros ha sido cuestionado el acento laboral de esta reforma, que básicamente intenta regular las condiciones de trabajo a través de la evaluación del desempeño; una evaluación que más que un carácter formativo y para la mejora, se ha convertido en un instrumento de sometimiento, control y vigilancia.

La exclusión de los maestros en su elaboración, la estigmatización a la que han sido sometidos, han llevado a la polarización que hoy estamos viendo y que cada día se profundiza más.

La represión y la negativa al diálogo no creo que sean el camino. Miles de voces, unas a gritos (como la CNTE) y otras con argumentos (como lo han hecho cientos de intelectuales e investigadores de la educación dentro y fuera del país) están señalando que el camino de la reforma educativa debe repensarse. Algo está mal cuando se ha generado un descontento social tan importante. Ojalá y se imponga la razón y el diálogo, antes de que la frustración social se desborde.

¡Hasta mañana!


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