10.Junio.2016
MADRES DESBORDADAS E HIJOS MAYORES
Por
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“Cuida a tus hermanos”, “Eres el mayor y tienes que ayudarme”, son frases que escuchamos muy comúnmente en las familias de muchos hijos, y que culturalmente nos parecen correctas y normales. “Los mayores cuidan de los chiquitos”, pensaban las abuelas.

De generación a generación, los roles y conductas parentales han ido cambiando. Mi abuela fue madre de una numerosa prole, y aunque llevó a cabo algunas labores para apoyarse en la manutención de sus hijos, prácticamente fue ama de casa.

Mi madre en cambio, sólo me tuvo a mí, y siempre trabajó fuera de casa, aunque para criarme contó con el invaluable apoyo de mi abuela.

Yo soy heredera de ambas dinámicas maternantes, y elegí, como mi abuela, ser madre de una numerosa prole (tengo cuatro hijos), pero también trabajar fuera de casa, como mi madre, compaginando mis creencias sobre la vida familiar y los hijos, con mis conocimientos sobre las necesidades infantiles y con mis deseos de mujer adulta de tener mis propios espacios fuera del rol de madre. Y no hubo abuela a mi lado para echarme la mano.

Sin embargo, busqué otros apoyos y creo que salí adelante, sin agobiar jamás a mi hija mayor con responsabilidades que no le correspondían.

Acepto que las mamás de estos “tiempos difíciles” tienen un papel más complicado que las generaciones anteriores, porque como ciudadanas de esta “sociedad del conocimiento” tienen mucha más información, y ésta en vez de ser una herramienta que las ayude a desarrollar su maternaje con más sabiduría y eficacia, se ha erigido en un arma para sentirse más culpables, pues ahora tienen claridad en lo que tienen que hacer pero están más solas que nunca.

Las abuelas también trabajan y tienen una vida propia, y ya no están tan dispuestas como antes a apoyar con el cuidado del nietaje. Es muy común también la familia monoparental, donde la madre tiene que ocuparse sola de la misión de educar, cuidar, nutrir y ofrecer un ambiente sano y estimulante, seguro, confortable y limpio a sus hijos.

Así que hoy es muy fácil encontrar a los hijos e hijas mayores convertidos en “ayudantes” e incluso en los “encargados” de las tareas logísticas del cuidado de los hijos pequeños y de la casa, y a veces, incluso, en el sostén emocional de sus madres.

No creo que pedir al hijo mayor (sobre todo si tiene edad suficiente) que nos eche la mano, cuando no hay más adultos que nos ayuden a asumir el trabajo, sea errado; siempre y cuando no invirtamos los roles, ni descarguemos toda la responsabilidad y nos olvidemos de que son ellos los que necesitan de nosotros para completar su desarrollo.

Es decir, siempre será importante, que sepan que su colaboración nos es de gran ayuda, pero que no es su trabajo ni su responsabilidad preocuparse por ellos, sus hermanos, ni por nosotros; que no crezcan creyendo que nuestro amor hacia ellos depende del trabajo que realizan para nosotros, y que tengan siempre claro que el amor se demuestra con acciones y que valoramos el hecho de que nos ayuden en las tareas de cuidado de sus hermanos porque nos aman, no porque sea su obligación.

¡Hasta mañana!



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