09.Junio.2016
LA CULTURA MACHISTA Y LA CRIANZA
Por
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Frecuentemente en mi trabajo, cuando damos cursos, o asistimos a conferencias o talleres, es común escuchar esa idea generalizada de que las mujeres somos responsables de la cultura machista, pues somos quienes educamos a los hijos. Dicho tal vez con otras palabras, pero este es un argumento esgrimido con frecuencia, y lo peor, en boca de las propias mujeres.

Yo no creo que esto sea totalmente así, si bien es cierto que las mujeres reproducimos patrones machistas, casi inconscientemente. En alguna ocasión, mi hija mayor me lo puso en las narices cuando me reclamó que yo educaba diferente a mis hijas que a mis hijos varones. Cuando me lo hizo ver, y me explicó sus razones, tuve que admitirlo; pero también la experiencia me sirvió para analizar que esta crianza diferenciada en función del género, que llevamos a cabo muchas madres, tiene sus raíces en una problemática por demás compleja.

La cultura machista se reproduce y disemina no sólo desde la crianza, desde la familia, sino también desde otras instituciones como la religión, los medios de comunicación, la escuela, el propio Estado, en resumen, desde todo el sistema. Hombres y mujeres estamos inmersos en este sistema, y en nuestras concepciones y prácticas cotidianas (palabras, símbolos, ideas, objetos), le damos concreción a una visión del mundo y una forma de vida en la que las mujeres tenemos un papel inferior al de los hombres.

Así que tenemos que estar claros de que esta concepción de que somos las madres las responsables de la reproducción del machismo en nuestros hijos, es en realidad, un comentario que oculta un trasfondo machista y discriminatorio, pues deja entrever que criar y educar a los hijos sólo nos corresponde a las mujeres y sabemos que no es así.

El rol paterno es también importantísimo para la educación y la adopción de un sistema familiar de valores y conceptos; más en estos “tiempos difíciles” donde es común que los padres varones no se hagan cargo de su responsabilidad (y esto también “educa”), o donde, por el contrario, les corresponde criar a los hijos porque son las mujeres las que pasan más tiempo fuera de casa trabajando.

Lo ideal, pienso yo, para ir conformando un sistema menos patriarcal, sí es empezar desde la familia, pero tomando las decisiones de la crianza de los hijos entre dos, padre y madre, asumiendo por igual el peso y las consecuencias de las mismas, educando desde ahí en la igualdad porque solo así podremos ir dejando la crianza machista en el pasado.

Y ojalá entre esas decisiones compartidas estén cosas tan simples como compartir entre todos los miembros de la familia los quehaceres de la casa, hablar abiertamente de la sexualidad y sus implicaciones con hijos e hijas, no tener una mirada sexista sobre sus juegos y juguetes, o fomentar el juego mixto (de niños y niñas, y no sólo las niñas con niñas y los niños con niños).

Y sobre todo, observarnos a nosotros mismos, los adultos, para educar desde el ejemplo: tratarnos como pareja con respeto y en acuerdo, permitiendo que los hijos vean que si como esposas atendemos a su padre es porque lo queremos, no porque es nuestra obligación; compartiendo las tareas de la crianza, no tolerando comentarios sexistas en nuestra casa.

Y como madres, enseñándoles al amarnos y cuidarnos a nosotras mismas, a respetar a las mujeres.

¡Hasta mañana!


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