Presentar un libro en Veracruz es un acontecimiento siempre: por esa fama inmerecida de que, a los jarochos, los libros nos gustan poco y los leemos menos. Todo lo contrario: aquí en Veracruz hay Lectores acuciosos y curiosos: y muchos con una solemnidad tan imponente, como el mismo mar que nos rodea.
Acostumbrados al Paraíso no lo vemos ya, muchos de nosotros. Así es por ley de Vida: y aquí cito, sin rigor pretencioso, una sentencia de la Torah hebrea o Pentateuco: nunca fuimos expulsados del Paraíso, nos quedamos ciegos por nuestra desobediencia, y por eso no lo vemos; y, puestos a buscarlo, solo algunos privilegiados lo llegan a atisbar de nuevo, en algún instante de sus ciegas vidas.
Algo de eso no me queda duda hubo en esta recopilación de Hugo en estas imágenes: intuir nuestro Paraíso común y atraparlo en instantáneas nocturnas y las más matinales, de unas auroras que a mi en lo personal, siempre me causan un tanto de tristeza: porque siempre relaciono madrugadas no con el inicio del día, sino todo lo contrario: el destello fugaz de algo que se nos perdió para siempre.
Porque algunas fotos fueron tomadas en esa transición de la noche al día, y su carga de claro oscuros casi fantasmales, nos retraen a la finitud de nuestras existencias sí, pero también a nuestra personal ceguera: ¿y qué lugar es éste?, y ¿así se ve el muro, la playa, el faro, la calle y el edificio? ¿Así? A de ser por la hora, nos decimos muchos. Las fotos de Garrido sorprenden amaneceres y nos comparten un trozo de Veracruz y Boca del Río tan vistos, que al mirarlo en sus fotografías, creemos que lo vemos por primera vez. Esa cualidad tienen.
Cada Lector ve lo que quiere y puede, desde sus ojos ventanas de su Universo interior: se asomará al libro sin Palabras de Hugo, para armar su propio texto a partir de estas fotos repartidas en 150 páginas: mares apacibles y calmos o encrespados y casi negros, mares que son el mismo pero diferente siempre; verá el observador, el barco lejano, el destello y la ráfaga de un relámpago, a los pescadores silenciosos, y a algunos desvelados y sorprendidos, que desde la imagen congelada, nos verán también, entre los telones de la penumbra.
Mirando este libro hecho y pensado para verlo, no dejo de pensar también en el autor de este conjunto de instantáneas: un solitario y silencioso cazador de sensaciones es Garrido, porque solo así se puede ofrecer un universo en un estrecho espacio de tiempo físico. Cuanta soledad que impone el rigor estético, hay igualmente, en este trabajo; porque solo en solitario se trasciende y lo sabemos. Hugo no es solo un fotoperiodista y con este libro nos lo demuestra.
Asomándonos a este muestrario de sensaciones que es Veracruz, claro que concluimos que vivimos en el Paraíso y que cada Lector le pondrá a este libro, su propio texto, su propio sentir. Yo me adelanto con el permiso del autor y de ustedes, con el mío que retomo de nuestro poeta Chiapaneco Jaime Sabines. Un breve fragmento de "Adan y Eva" que me parece tan acorde:
"Estábamos en el paraíso. En el paraíso no ocurre nunca nada. No nos conocíamos. Eva, levántate.
_Tengo amor, sueño, hambre ¿Amaneció?
_Es de día, pero aun hay estrellas. El sol viene de lejos hacia nosotros y empiezan a galopar los árboles.
_Escucha.
_Yo quiero morder tu quijada. Ven. Estoy desnuda, macerada y huelo a ti.
Adán fue hacia ella y la tomó. Y parecía que los dos se habían metido en un río muy ancho, y que jugaban con el agua hasta el cuello, y reían, mientras pequeños peces equivocados les mordían las piernas..."
Fin de cita. Gracias Hugo por compartirnos este paraíso y volverlo a mirar juntos. E invito hoy a los Lectores a verlo también: apreciar sus hallazgos ¿y por qué no?, a ponerle su texto propio, o su música, o simplemente a imbuirse en el silencioso muestrario de vida que es "Veracruz. Cada día en el paraíso!".
