Desde la época prehispánica nuestro país se ha acompañado de perros, algunos mestizos otros endémicos. Mismos que también con el paso de los años han evolucionado.
El primer indicio de un perro en nuestro país fue en la cueva del tecolote, en el estado de Hidalgo, con una antigüedad de 3500 años A.C.
Diferentes culturas a lo largo de nuestra gran historia tuvieron contacto con perros; tlaxcaltecas, mayas, zapotecas, mexicas entre otros.
Para los aztecas era especial, y regalo de los dioses pues es el que acompañaba a su dueño al viaje por el Mictlán, o inframundo, por esta razón al morir la persona, su perro era sacrificado para ser enterrado con él.
El perro debía ser completamente negro pues si tenía alguna mancha blanca significaba que había servido a otro humano en esta guía por el Mictlán.
Nuestra evolución nos lleva a buscar mejores formas de vivir, en el siglo VII de nuestra era decenas de tribus indígenas empezaron a emigrar al centro de la ciudad de México, llevando consigo literalmente todo. ¡¡si!! hasta el perro.
Tres especies en específico: xoloitzcuintle, itzcuitli, tlalchichi. Dato que los arqueólogos han proporcionado de huesos de perros encontrados en lo que hoy es Tula y otras regiones aledañas, así como en viejos tiraderos prehispánicos.
En la época prehispánica los peros eran utilizados en ritos, además como alimento, así que estimados lectores, no fueron los chinos los únicos o primeros en alimentarse de caninos.
Tras la llegada de los españoles, mismos que lo confundieron con un caballo enano, los frailes fueron los primeros en “prohibir” la crianza, consumo, y uso de los perros mexicanos; y esto porque ningún rito o costumbre estaba dentro del catolicismo, una manera muy sutil de controlar a una población; se le suma la orden de la corona española para terminar de manera masiva con todos los perros nativos.
Los envenenaron. Buscando su extinción. Y al parecer lograron la de las otras 2 razas, itzcuitli, tlalchichi.
Tras estas acciones, en el siglo VII una nueva migración se desplaza ahora hacia la zona costera del pacifico, y claro no iban solos llevaban consigo a los últimos perros prehispánicos.
En 1950 el embajador ingles Norman P. Wrigth emprende un viaje que le llevo varios años recorriendo el país buscando a los últimos xoloitzcuintle u otras especies nativas, localizándolas en comunidades costeras en guerrero y Oaxaca. Solo encontró al ya mencionado.
En cuanto tubo suficientes ejemplares, interviene la facultad de medicina veterinaria y zootecnia de la UNAM, inaugurando una pensión canina en Coyoacán para la reproducción y rescate de estos caninos mexicanos.
Hoy en día su población sigue en aumento, aunque prácticamente toda la camada nace sin pelo habrá uno que nazca con pelo y a ese se le llama “bola de polvo”
única raza de perro auténticamente mexicano, que nos ha acompañado atraves de nuestra historia.
Por una vida animal digna
Mvz Amílcar meza Rdguez.
El Arca Wamerú