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Inspiradora`¦<br />
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`Dices: Iré a otra tierra, hacia otro mar<br />
y una ciudad mejor con certeza hallaré.<br />
Pues cada esfuerzo mí­o está aquí­ condenado,<br />
y muere mi corazón<br />
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada<br />
languidez.<br />
Donde vuelvo mis ojos sólo veo<br />
las oscuras ruinas de mi vida<br />
y los muchos años que aquí­ pasé o destruí­`.<br />
No hallarás otra tierra ni otra mar.<br />
La ciudad irá en ti siempre. Volverás<br />
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará<br />
tu vejez:<br />
en la misma casa encanecerás.<br />
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques<br />
-no la hay_,<br />
ni caminos ni barco para ti.<br />
La vida que aquí­ perdiste<br />
la has destruido en toda la tierra.<br />
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(Poema `La ciudad` de Konstantino Kavafis. Antologí­a poética ilustrada. Editorial La máscara, Valencia, España, 1996)<br />
Desde que leí­ por primera vez este poema que me descubrió mi amiga N., Crangle y encontrar en Madrid, en el mismo año de su publicación, esta bellí­sima antologí­a con ilustraciones de Moreau, Kupfler, Redon, Dominique Ingres, Zucchi, Tiffany, Boticelli, Doré y Toulouse-Lautrec, entre otros; me dejó un hondo malestar: por bellí­simo e implacable, como la sentencia de un juez injusto, como suelen ser, casi siempre en el mundo, los jueces. `La ciudad` de Kavafis es la condena irremediable que muchos tememos, ante la impotencia por no lograr cambios sustanciales, radicales, en la gran casa que es nuestra ciudad, antes que el reducto í­ntimo del hogar y del yo individual. Y después la idea de ciudad, se extiende al estado, y éste al paí­s. Imposibilitados, debilitados, descreí­dos, pensamos que la vida la hemos perdido y no hay otra ciudad para nosotros, ni barco ni caminos para ti o para mí­. Creo mi amiga me entiende. Saludos querida N. <br />
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Amadí­sima odiosa`¦<br />
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Veracruz la ciudad, es una a la que se le quiere porque sí­, a estas alturas: sin que ella ponga de su parte en este amor unilateral. Inerme, subsiste en su antiguo esplendor de puerto mí­tico, sólo a pedazos por algunas esquinas y a contra luz algunos atardeceres. La salva el Golfo cambiante y el aire salino que nos recuerda mejores épocas. Odiosa en su centro neurálgico, que de histórico ya sólo luce el nombre, esta porteña es, por dí­as, una histérica reproductora de ruido. Se calma en la lluvia y se ennoblece en el tornado o en el huracán: que en eso han derivado sus cambiantes climáticos; los nortes ya no son aquellos, también mutaron. A mi amada, la tienen de rehén desde hace años, una casta de torvos que manejan buses, micros y taxis; que vigilan calles y medran de ellas con cubetas y trapo mugroso; y agreden visual y auditivamente, a las mujeres; sin que los hombres y mujeres gobernantes, lo vea, lo comprenda y pongan el remedio. A mi idolatrada emblemática la han jodido también, por supuesto, los criminales de toda ralea y condición: a su voracidad extorsionadora no ha escapado casi nadie. Pocos reductos quedan ya, libres de esta peste del siglo XXI. Y los vecindarios se han vuelto o cerrados o comerciales o decadentes. Los viejos porteños se han ido a bajo tierra o al extranjero. En el bulevard, y más allá, los dueños han cambiado: ahora poblanos o defeños nos quieren enseñar a vestir, a calzar, a beber o a comer. La vieja casta de los gachupines de cuarta generación, también se va extinguiendo: quedan pocos ya, con quienes conversar y pelear. Cómo no pensar, a veces, como hoy, que esta ciudad, nuestra casa ampliada, ya no ofrece sus brazos abiertos como antaño.<br />
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Aún con todo, mantengo la Fe`¦<br />
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`Sabedlo, soberanos y vasallos,<br />
próceres y mendigos:<br />
nadie tendrá derecho a lo superfluo,<br />
mientras alguien carezca de lo estricto.<br />
Lo que llamamos `Caridad`, y ahora<br />
es sólo un móvil í­ntimo, <br />
será en un porvenir lejano o próximo<br />
el resultado del deber escrito.<br />
Y la Equidad se sentará en el trono<br />
de que huya el Egoí­smo,<br />
y a la ley del embudo, que hoy impera,<br />
sucederá la ley del equilibrio`.<br />
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( Poema `Asonancias`, de Salvador Dí­az Mirón. Antologí­a poética. Selección y estudio preliminar de Pável Granados. Editorial Océano, México, 2004).<br />
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QUE PASEN TODOS, UN POÉTICO Y FELIZ DOMINGO`¦<br />
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