La señora Marina Rouser Ochoa, de 72 años, alzó la voz para denunciar lo que califica como un “calvario” vivido en el Hospital de Alta Especialidad de Veracruz (HAEV). Según su testimonio, el hospital y su administración han mostrado una alarmante falta de empatía y eficacia para atender a su hijo, Armando Sánchez Rouser, de 49 años, quien padece cálculos en la vesícula y se complicó ya que una piedra se fue por un conducto. Desde hace más de cuatro meses, su operación ha sido aplazada sin explicación convincente.
La administradora del hospital, Marcela Yáñez Tapia, es señalada por Rouser como una de las principales responsables de la pésima atención. Según la denunciante, la funcionaria no solo ignora sus solicitudes de respuesta, sino que carga con un historial de corrupción, desvío de recursos y un enfoque político que, dice, ha desplazado sus responsabilidades dentro del hospital.
“Llevo meses rogando que atiendan a mi hijo. He traído donadores de sangre y plasma, pero en lugar de avanzar, las cosas empeoran. Perdieron lo que traje y ahora piden más. Mientras tanto, mi hijo sigue postrado en la cama 221, con una sonda y sin esperanza de ser operado”, narró entre lágrimas la madre desesperada.
La mujer también resaltó que, aunque su hijo ya cuenta con todos los estudios médicos requeridos, el hospital continúa postergando el procedimiento quirúrgico que necesita. Incluso se le realizó una laparoscopia que resultó ineficaz para resolver su condición, prolongando su sufrimiento.
La sombra de la corrupción
Marcela Yáñez Tapia, responsable de la administración del HAEV, ha sido previamente señalada por malas prácticas administrativas. Diversas fuentes internas y externas han acusado a la funcionaria de desviar recursos destinados al hospital y priorizar intereses políticos por encima de las necesidades médicas.
El caso de la señora Marina pone en evidencia las graves deficiencias del sistema de salud veracruzano durante el gobierno de Cuitláhuac García. En este sexenio, los hospitales estatales han enfrentado constantes denuncias por falta de medicamentos, atención deficiente y presuntos actos de corrupción.
Un grito de auxilio ignorado
Marina Rouser, quien depende económicamente de su hijo, enfrenta además una crisis económica. Sin ingresos propios, sobrevive gracias a la bondad de personas que le regalan comida o dinero para sostenerse mientras permanece en el hospital.
“Solo pido que escuchen mi súplica. Mi hijo es mi única familia, mi único sustento. No quiero que muera porque este hospital no hace su trabajo”, dijo, apelando al gobernador y a las autoridades de salud para que actúen antes de que sea demasiado tarde.
El caso de Armando Sánchez Rouser no es aislado, sino un reflejo de una administración pública que, según muchos ciudadanos, ha fallado en garantizar el derecho a la salud en Veracruz. Las preguntas permanecen: ¿cuántas vidas más se perderán antes de que se actúe? ¿Hasta cuándo la corrupción y la indolencia seguirán dictando la salud pública en el estado?