22.Enero.2018
MANTENER LA CAPACIDAD DE ASOMBRO.
Por
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11.Septiembre.2018



Tanto en mi trabajo con niños pequeños y sus mamás, como en la vida cotidiana en los ámbitos social y político, veo con tristeza que los seres humanos estamos perdiendo la capacidad de asombro. Estos son “tiempos difíciles”, en los que la tecnología nos brinda la ilusión de que podemos saberlo todo con sólo un click, y el vertiginoso ritmo de la vida nos impide detenernos en la reflexión o la contemplación, y andamos por la vida como anestesiados, como si la alegoría de Jis y Trino de los “zombies de Sahuayo” se hubiera convertido en una terrible realidad.

Y todo esto empieza desde la educación que brindamos a los más pequeños. Pareciera que las exigencias de los esquemas educativos actuales, incluso para los niños preescolares o los menores de tres años, hacen que la capacidad natural de curiosidad, exploración y asombro de los niños pequeños no sea valorada, pues se espera siempre que los chicos tengan las respuestas correctas y sigan un programa definido, como si la vida y el aprendizaje pudieran seguir un libreto estático.

Los pequeños tienen la mente abierta, no contaminada, y para ellos todo es nuevo, atractivo, vibrante. Es verdad que con el paso de los años van perdiendo esta característica, pero tendríamos que preguntarnos qué tanta responsabilidad en la pérdida de esa habilidad tienen la crianza y la escolarización. Admirar todo lo que nos rodea, sentirlo, conectar desde el corazón con los hechos y las personas, vivir a plenitud, de una forma más lúdica y genuina, debiera ser la finalidad última de la educación recibida en casa y en la escuela.

Entonces creo que la educación, tanto familiar como escolar, necesita fomentar el asombro como meta primordial. Lo primero sería tener claro que los niños difícilmente desarrollarán esta facultad sentados frente a una pantalla, en redes sociales, en el centro comercial, en un establecimiento de comida rápida… Mientras más fomentemos el contacto y la relación con la naturaleza, el juego libre con otros niños de su edad, los tiempos de convivencia familiar sin distractores, donde puedan escuchar y sentir a los otros, salir de sí mismos, más estaremos generando condiciones para el desarrollo de la capacidad de asombro.

De lo contrario, tendremos sociedades cada vez más deshumanizadas, en un grado aún peor que el que hoy experimentamos, en el que todos los días nos enteramos de cuerpos destazados exhibidos en la batea de una camioneta en una calle transitada a plena luz del día, y nos quedamos impávidos; cuando estamos al tanto de la desaparición de miles de niños y jóvenes a los que sus familias nunca volverán a ver, y nos parece “normal”; cuando somos testigos de una corrupción sin límites donde los políticos se atreven a robar no sólo del erario, sino de aquellos que menos tienen, como el reciente fraude con las tarjetas de apoyo a los damnificados, y no hacemos nada; cuando en un proceso electoral la inmensa mayoría vota por uno de los candidatos, pero el sistema se encarga de arreglar el resultado y nos impone a otro gobernante, sin que luchemos para exigir respeto a la voluntad popular.

Recuperemos la capacidad de asombro en nuestros niños, pero también en los adultos, en nosotros mismos... Estimulemos la creatividad, el análisis, el pensamiento, la discusión argumentada, la respuesta organizada y entendamos que, si queremos un futuro distinto como país, nos toca construirlo día a día, con nuestras propias manos.

¡Hasta la próxima semana!


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