Este dicho corto, que a veces usamos con el doble sentido propio de la jarochos, lo hemos tomado prestado del léxico taurino. Antiguamente, se reservaba el quinto lugar de salida al ruedo al mejor de los toros. Y de alguna manera, que El Mercurio esté cumpliendo este tres de diciembre cinco años de existencia, puede interpretarse así. Este quinto año ha coincidido con el primero del gobierno bianual “del cambio”, que entre otras cosas se ha caracterizado por su desdén, censura, reclamos y falta de apoyo a todos los medios, grandes y chicos, casi sin excepción.
Así que, en medio de este panorama tan desalentador, este quinto año representa una gran proeza. Ha sido un año más en el que El Mercurio se ha distinguido por su rigor, su profesionalismo y su compromiso con los lectores. Es un periódico con un aire joven, moderno, que se ha ido transformando sin perder su frescura, su originalidad y su empuje.
Ser reportero o columnista, es una maravillosa oportunidad de servicio, de vivir una experiencia nueva en cada nota, en cada colaboración, de conexión con los lectores. Agradezco enormemente la oportunidad que El Mercurio nos ha regalado a quienes en el colaboramos.
Quiero además aprovechar la oportunidad para reconocer la perseverancia, la dedicación y el empuje de su directora general, mi amiga Luz María Rivera. Vaya también mi reconocimiento para Rosario Hermida, Amílcar Meza, Jesús Castillo, Enrique Piña, Margarita Vernis, Natalia Lagunes, Abraham Nassar y muchos más que tal vez ya no están o cuyos nombres escapan a mi registro, pero que con su esfuerzo y entrega han hecho posible que El Mercurio esté llegando ahora a su quinto año de vida.
Este sábado todo el equipo mercurial se reunirá a celebrar como lo que son, una gran familia…Lamentablemente no podré estar con ellos como correspondería, pero mi otra familia también me requiere ese mismo día. Sin embargo, en espíritu y emoción, me congratularé junto con ellos y celebraré alegremente por éste y todos los años que faltan por venir.
