11.Septiembre.2017
DE TEMBLORES, HURACANES Y PLANES...
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Cuando la cama empezó a mecerse de un lado a otro el jueves pasado, me llevó unos segundos identificar que se trataba de un temblor. Ya estaba acostada, a punto de conciliar el sueño, en ese estado de semiinconsciencia previa, y cuando por fin reaccioné y salí de mi cuarto para bajar por las escaleras y salir de la casa, ya todo había pasado.

Encendí la televisión y empecé a escuchar la evaluación de los daños, y el reporte del Centro Sismológico Nacional de que la intensidad del terremoto había sido de 8.1 grados en la escala de Richter, incluso mayor que el sismo de 1985.

Me quedé helada…Llamé a mis hijos en la ciudad de México, para constatar que estaban bien, y después empecé a reflexionar sobre mi incapacidad para reaccionar adecuadamente frente al evento.

Si el sismo hubiera sido trepidatorio y no oscilatorio, ¿habría alcanzado a ponerme a salvo? ¿Hubiera andado en las calles en mi pijama de corazoncitos? ¿Hubiera tenido el tino de tomar mi bolsa para tener a la mano identificaciones, algo de dinero y mi celular? ¿Qué hubiera pasado con mis mascotas? ¿Adónde debiera dirigirme en caso de un desastre mayor? ¿Cómo sabrían los míos dónde estoy?

El nuestro es un país ubicado en una de las zonas de mayor sismicidad del planeta. Y los estragos del cambio climático están golpeándonos fuerte, con sequías, o vientos intensos con precipitaciones espectaculares, tormentas eléctricas, deslaves, etc…

¿Sabemos cómo comportarnos y resguardar nuestras vidas y las de aquellos que amamos en situaciones que nos ponen en peligro?

Lo primero sería tener siempre armada y a la mano una maleta pequeña con nuestros documentos más importantes, una linterna, agua potable, latas de comida, una muda de ropa, un radio de transistores, pilas de repuesto, y los medicamentos de control que algunos miembros de la familia pudieran necesitar.

Si tenemos mascotas, la maletita debe incluir agua y alimento enlatado o seco para ellos, una correa y sus documentos (cartilla de vacunación y control veterinario)- Además, si son mascotas pequeñas, una transportadora. Además, nuestras mascotas siempre deben portar un collar con su identificación.

También es importante que empecemos a pensar en nuestra casa: a revisar las zonas de riesgo (esa escalera oxidada, la puerta o la ventana que tienen las bisagras flojas, el alero en mal estado, los muebles que no están fijados a la pared, etc…); a pensar en por lo menos dos rutas de evacuación; a adquirir un extintor de incendios y a instalar detectores de humo y a revisar periódicamente las instalaciones de luz y de gas.

Y por último, a compartir con todos los miembros de la familia las medidas, a hablar sobre ellas con los niños y los ancianos de casa, a practicar al menos una o dos veces al año cómo salir de la casa en caso necesario, cómo comportarnos, a quién y adónde acudir.

En mi trabajo, siempre estamos orientando a las guarderías sobre las medidas de protección civil, pero en mi caso aplicó aquel dicho de “candil de la calle y oscuridad de la casa”.

La experiencia del jueves pasado me sirvió para tomar conciencia de que en estos “tiempos difíciles”, los peligros están a la orden del día y que nadie está exento. Aprendamos entonces a tomar las precauciones del caso, y a velar por nuestra seguridad y la de nuestros seres queridos.

¡Hasta la semana próxima!




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