28.Agosto.2017
EL “NIDO VACÍO” Y LOS NUEVOS NIDOS.
Por
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No es la primera vez que escribo al respecto, pero siempre lo analizaba desde afuera, como algo que le pasaba a otros, porque yo tenía todavía a “mis polluelos” conmigo.

Pero hace unas semanas el último de mis hijos que vivía conmigo en casa, se ha ido a la ciudad de México a estudiar una maestría en la UNAM, y me he quedado como Monsiváis, sola con mi vida, mis libros y mis gatos (y perros).

Para muchos, este momento de quedarse solo o con la pareja, sin los hijos, es una etapa difícil de reajustes o desajustes emocionales, de adaptación o desadaptación, y en casos extremos, de duelo o sensación de pérdida y depresión.

Creo que para evitar este impacto es importante concientizarlo previamente, saber que va a llegar el momento en que los hijos tengan que irse lejos para hacer sus propias vidas, e ir reflexionando sobre como lo tomaremos antes de que tengamos que afrontar del todo la situación.

Ir pensando cual será nuestro lugar en la vida después de la maternidad o la paternidad (aunque nunca dejaremos de ser padres), y qué vamos a hacer con la libertad y el tiempo que ganaremos una vez que los hijos se hayan marchado.

A mí la parte que más me ha gustado de esta etapa de la vida es la posibilidad de tratar a mis hijos como iguales, como otros adultos, tal vez menos inexpertos que yo, pero finalmente, dueños de sus vidas y de sus decisiones.

Cuesta un poco dejar de ser la mamá consentidora y controladora pero créanme que, cuando se hace con todo el cariño y el respeto por las personas que nosotros mismos hemos formado, es muy gratificante y liberador.

He recuperado además el dominio sobre los espacios de mi casa, y he decidido dedicarlos a algo productivo que me permita compensar el ingreso de mi jubilación en puerta. Así que he capitalizado las habitaciones vacías, y eso me ha permitido un respiro económico.

En esta etapa de nido vacío, estoy en el mejor momento para recuperar todos los placeres de la vida que tuve que relegar cuando lo prioritario era el cuidado de mis cuatro hijos: leer hasta devorar el libro completo, sin presiones; viajar, cocinar lo que me gusta son considerar si será o no del agrado de otro, en resumen, ser más libre y con la sola responsabilidad de cuidar de mi propia vida.

En estos “tiempos difíciles”, los años de formación de los hijos se extienden hasta casi los treinta años, pues hay una mayor exigencia en el exiguo mercado laboral, que pide licenciaturas, postgrados, otro idioma, conocer de computadoras y además tener experiencia laboral.

Así que siempre es un orgullo como padres, ver que los hijos han adquirido la estabilidad necesaria para independizarse. En mi caso, mis hijas mayores están ya en esta posición, y mis hijos más chicos, en vías de lograrlo.

Y en esta sucesión de etapas que es la vida, comparto alegremente con los amables lectores mercuriales que este fin de semana, asistiré a la boda de mi hija mayor, que con esta decisión empieza a formar su propio nido.
Los hijos siempre necesitarán de sus padres, de nuestra experiencia y consejos, de nuestra ayuda…

Así que nuestra responsabilidad cuando los hijos se van de casa es mantenernos activos, sanos y positivos, comenzar todos los proyectos y actividades que en los años de crianza tuvimos que posponer, y disfrutar a fondo este nuevo capítulo del libro de nuestra vida.

¡Hasta la próxima!



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