He tenido la oportunidad de recorrer las calles de Barcelona en dos ocasiones...Es una ciudad luminosa, con una arquitectura impresionante, pero sobre todo, con gente cálida y afable con los miles de turistas de todo el mundo que la visitan todos los años. Además, tengo un lazo de afecto con algunos catalanes que han pasado a formar parte de mi familia.
Así que no puedo evitar sentirme muy triste e indignada por los hechos ocurridos en Barcelona en esta semana, por mucho que haya chauvinistas que me critiquen por solidarizarme con otro país, cuando aquí también vivimos sumidos en la violencia.
Para mí, la violencia es un mal global, casi endémico en estos “tiempos difíciles”, y debemos condenarlo enérgicamente ocurra donde ocurra, en Siria, en España, en Francia, en cualquier lugar.
Creo que lo peor que puede pasarnos como especie, es perder la capacidad de empatía, de compasión por el que sufre.
Vivir en un país donde el terror es cotidiano, donde mueren personas todos los días en las calles, en las carreteras, en los estacionamientos de los centros comerciales, no debe hacer que “normalicemos” la violencia. El horror nadie debe acostumbrarse nunca.
Así que a mí me duele Barcelona hoy, y hace tiempo que me viene doliendo México. Creo que la capacidad de condolernos por el sufrimiento de gente inocente, nos hace gente, nos hace humanos. Y después está pasar del pesar a la indignación, y de la indignación a la acción.
Pero…¿qué podemos hacer frente a la barbarie? Cada quien, desde su trinchera, debe encontrar la respuesta a esta pregunta.
Para mí, un ámbito de acción ha sido trabajar por difundir una cultura a favor de la primera infancia.
Hoy la ciencia nos provee sólida evidencia que nos dice que las bases de una sociedad exitosa, son sus niños y niñas pequeños, pero concebidos y atendidos como sujetos de derecho.
En términos matemáticos, diríamos que la suma de una Estado garante de los derechos de los niños, más familias entendidas de su rol en el desarrollo sano de los niños más pequeños, dará como resultado una adultez sana y competente, ciudadanía responsable, productividad económica, comunidades fuertes y una sociedad justa y pacífica.
A México le ha costado mucho trabajo darse cuenta de esto…Pero ya se ven los primeros pasos con la creación de los Sistemas Integrales de Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), aunque haya entidades como Veracruz que no han entendido la finalidad y el objeto de este organismo.
Hay mucho por hacer, por concientizar, por ayudar a la generación de una visión diferente en las familias y de una política prioritaria del Estado, con estrategias articuladas que realmente impacten en la mejor calidad de vida de nuestras niñas, niños y adolescentes, para asegurar que en el futuro podamos detener el remolino de dolor y violencia en el que hoy nos movemos.
