06.Marzo.2017
LA FALTA DE MOVIMIENTO EN LOS NIÑOS
Por
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Estarán de acuerdo conmigo que la infancia de los padres y los abuelos de los niños de hoy fue radicalmente diferente, particularmente porque vivíamos en eterno movimiento: jugando y corriendo en patios y calles, trepando árboles y muros, en patines y bicicletas, avalanchas y pelotas, haciendo juegos en equipos (el futbol, la natación) etc…

En cambio, los niños de estos “tiempos difíciles” son cada vez más sedentarios, y pasan largas horas sentados en las aulas de la escuela (y ahora incluso se está buscando generalizar la extensión de horario en los planteles), y otras tantas horas quietos, sentados o acostados, en casa, frente a las pantallas ( la tele o la compu).

En mi trabajo, tengo la oportunidad de observar a muchos niños y niñas menores de seis años, y escucho a las maestras y a las madres quejarse de problemas de inatención, conducta, o problemas para “conectar” los aprendizajes.

Sin ser especialista, sostengo que muchos de estos problemas (niños con mala coordinación u orientación espacial, que no tiene equilibrio, que no controlan su cuerpo, que no pueden estar quietos mucho tiempo, etc…), tienen su origen precisamente en las restricciones o la falta de movimiento en la infancia, característica de nuestra sociedad actual.

Investigando al respecto, encuentro que el movimiento es un requisito imprescindible para el desarrollo cognitivo, pues sólo así, moviéndose, los niños pequeños se disponen al aprendizaje. Es importantísimo que los pequeños conecten bien con su cuerpo y consigo mismos, y estén rodeados de un buen ambiente emocional, para que posteriormente puedan empezar con los aprendizajes académicos, con éxito.

El proceso de control y conocimiento de nuestro propio cuerpo, nos toma a los seres humanos precisamente alrededor de seis años a partir de nuestro nacimiento: empieza con el control de la cabeza, el tronco, luego las extremidades, hasta poder adquirir la precisión de los movimientos finos y la orientación espacial.

El movimiento favorece el aprendizaje, mejora la memoria y la atención, y les da a los niños la certeza de que son capaces. Ya las neurociencias han demostrado que hay una fuerte relación entre el movimiento y el desarrollo cerebral infantil.

Así que es deber de las familias propiciar un ambiente donde la libertad de movimiento sea la constante, al menos en esta etapa de la vida… Pero las amenazas de la vida moderna nos han llevado a que los niños no salgan de casa, ya sea porque viven en zonas inseguras o porque nadie tiene el tiempo de acompañarlos. Entonces tendremos que buscar las alternativas, y si es posible dedicar un espacio amplio y despejado dentro de la casa al juego y al movimiento, así como vigilar y dosificar la exposición a pantallas y dispositivos electrónicos… ¡Y de paso los adultos también aprovechamos y nos disponemos todos a movernos!

¡Hasta mañana!


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