15.Diciembre.2016
BIODIVERSIDAD Y SOBREVIVENCIA
Por
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Cuando de niña me llamaban “jirafa”, porque siempre fui más alta que los demás, no me sentía insultada. Me parecían animales encantadores, elegantes, con sus ojos soñadores de largas pestañas, y la belleza de su pelaje dorado con manchas de bronce…

Así que no pude evitar entristecerme cuando en días pasados, en un informe dado a conocer en la pasada Conferencia de las Partes del Convenio Sobre Diversidad Ecológica (COP 13), efectuada en Quintana Roo, se dio a conocer que la población mundial de jirafas está disminuyendo a pasos agigantados debido a la cacería ilegal y la destrucción de su hábitat, y encabeza ahora la lista de animales en peligro de extinción.

En estos “tiempos difíciles”, parece que como especie estamos llegando a un punto sin retorno, provocado por la soberbia humana de la “civilización” y el “progreso”, la deshumanización y la irracional búsqueda de plusvalías y ganancias.

Cada año (hay un estudio que dice que cada 20 minutos desaparece una especie vegetal o animal en el mundo) va creciendo la lista roja de especies extintas, en peligro o en algo grado de vulnerabilidad.

Las alertas son constantes, en informes, investigaciones, congresos y convenciones; sin embargo, ni los gobiernos ni la sociedad civil salimos de nuestra indolencia.

Así, el oso grizzly americano, la tortuga gigante de galápagos, la foca monje, el rinoceronte negro, el tigre de Java, la cabra de los pirineos, la guacamaya roja, el lobo gris mexicano, entre muchas otras especies, han desaparecido de la faz de la tierra, y están por irse muchas más.

En el Informe Planeta Vivo 2016, del Fondo Mundial para la Naturaleza, se ha señalado que estamos atentando de tal manera contra la vida silvestre del planeta, que la disminución del número de especies podría ser del 67% al 2020.

La pérdida de la biodiversidad en las últimas décadas es en verdad alarmante, y ya va siendo tiempo de que entendamos que la conservación no es sólo salvar animalitos callejeros, o subir fotos a nuestras redes abrazando árboles. Va más allá.

Hay que exigir más leyes que realmente protejan a las especies, hay que velar por la aplicación del marco regulatorio existente, hay que cambiar hábitos, hay que educar con otra mirada a las nuevas generaciones…

Se trata de preservar nuestro ambiente, que nos da aire, agua y de comer a una población mundial de más de siete mil 430 millones de personas. Por lo tanto, preocuparnos y ocuparnos por la conservación de la biodiversidad no es snobismo, sino mero instinto de supervivencia.

¡Hasta mañana!


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