14.Diciembre.2016
EL ABUSO INFANTIL
Por
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Hablar de abuso infantil es un tema delicado, pero aunque duela, no podemos seguir en la evasión y el desinterés.

Cada vez es más frecuente enterarnos por las redes sociales de casos de abuso hacia niñas y niños; tal vez no sea que hay más casos, sino que precisamente con las redes ahora podemos enterarnos en tiempo real de muchas cosas.

Por ejemplo, son muy comunes los casos de abuso sexual cometido por personeros de la iglesia, pero si bien esta es una situación muy preocupante, en la que se ha actuado de forma muy tibia, no son el único caso ni el mayoritario.

El abusador puede ser cualquiera: alguien con dinero o extremadamente pobre, con profesión o sin ella, pero una constante es que la mayoría de los casos de abuso contra niños pequeños corren por cuenta de familiares consanguíneos o cercanos.

Cuando vemos historias de abuso infantil dan ganas como de meterse en una burbuja y no enterarnos, de irnos a un lugar de fantasía y hacer como que eso no existe, o de protegernos con pensamientos de que eso a nosotros nunca nos podría pasar, de no verlo, hablarlo o de plano ni pensarlo…pero nada de eso logrará que el problema deje de existir.

La cruda realidad es que nuestro país se ha convertido en el paraíso para los depredadores sexuales de niños y niñas: Acapulco, Veracruz, Guadalajara, Guerrero, Morelia, Tijuana y muchas otras ciudades son lugares donde los pervertidos, nacionales o extranjeros (porque en estos “tiempos difíciles” existen modalidades de turismo porno infantil o “snuff”) pueden conseguir lo que buscan de forma fácil.

Tal vez poco se habla de eso, pero desde hace dos años, México ocupa el primer lugar a nivel mundial en abuso sexual, violencia física y homicidios de niños menores de 14 años, de acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Claro que es desalentador, pero este es el país donde están creciendo nuestros hijos y mirar para otro lado o encerrarnos en nosotros mismos no resuelve nada…

Creo que los padres de niños pequeños necesitan aprender a ser menos “inocentes” y vivir eternamente vigilando y escuchando a sus hijos. Hay que recordar que el enemigo muchas veces está dentro de la propia casa. Hay que sospechar cuando el niño no quiere ir a la escuela, atender a sus cambios de ánimo, poner atención a lo que nos cuenta sobre maestros y amigos; si comienza a tener “accidentes” cuando antes ya avisaba para ir al baño, si sus patrones de sueño se alteran…

Como adultos, cuando enfrentamos un ataque o abuso, tenemos los recursos emocionales para salir adelante; los niños no los tienen, dependen enteramente de nosotros y si miramos de lado o minimizamos una situación así, los estaremos dejando solos frente al mundo.

¡Hasta mañana!


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