07.Diciembre.2016
GENÉTICA, ENTORNO Y TALENTO
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Tengo una compañera de trabajo que tiene un hermoso hijo de casi siete años, que acaba de empezar a asistir a la escuela primaria en este ciclo escolar. De ser un chico despierto, alegre, curioso y dispuesto siempre a aprender cosas nuevas ha pasado a ser un niño estresado, preocupado, aburrido y señalado en su salón por “mala conducta”.

¿Qué le pasa a las escuelas de educación básica en nuestro país que provocan esta transformación en tantos y tantos niños?

Ayer se anunció que México se quedó estancado en los resultados del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Es decir que, a 15 años de la primera aplicación de esta prueba, que mide el desempeño de los alumnos de educación básica, el país no registra avances.

Así confirmamos que los estudiantes mexicanos que concluyen la secundaria tienen un rezago en habilidades matemáticas de casi 3 años, comparado con el promedio de los 34 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En el caso de Ciencia y Lectura, el desfase es de dos años.

Sin embargo, más allá de estas evaluaciones y mediciones, yo estoy convencida de que el talento, la inteligencia específica que cada uno de nosotros traemos en nuestro particular paquete genético, se hace evidente desde edades muy tempranas. Y si observamos atentamente a nuestros hijos, los padres podemos darnos fehacientemente cuenta de ello.

Pero no todo es la naturaleza, pues el entorno social influye, y mucho. Una parte muy importante del entorno, además de la familia, es la escuela, que debiera ser pieza fundamental para fomentar habilidades, desarrollar incipientes talentos y canalizar correctamente la trayectoria formativa y académica de los niños y adolescentes.

Pero el sistema educativo, la estructura y organización de nuestras escuelas, hace precisamente todo lo contrario.

Para mí tanto la familia como la escuela, debieran de enfocarse en descubrir los intereses, talentos y habilidades que hacen único y especial a cada niño, en lugar de buscar homogeneizarlos. Estamos educando a los ciudadanos del siglo XXI con un paradigma educativo del siglo XIX.

Para adecuar la enseñanza a los nuevos tiempos, y poder explotar satisfactoriamente el talento oculto de chicos y chicas, hay que convertir a las escuelas en algo más que espacios donde se aprende contenidos de memoria.

Y aunque en el papel o en la teoría los modelos educativos están buscando realizar esta transformación, en la práctica, en la realidad cotidiana de las escuelas, estamos muy lejos de lograrlo.

Así que creo que nos toca a los padres estar muy pendientes de cuáles son las capacidades innatas de nuestros hijos, y buscar las opciones educativas que nos garanticen que estos talentos serán entrenados, donde se respeten su creatividad e intereses genuinos.

En definitiva, regar esa semilla para que, en la edad adulta, el talento brille en todo su esplendor.
¡Hasta mañana!


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