02.Diciembre.2016
TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN
Por
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En repetidas ocasiones me ha tocado presenciar la desesperación de algunas mamás frente a los berrinches de antología de sus pequeños retoños en lugares públicos, y siempre he pensado que el tema de las rabietas infantiles requiere de tratarse más a fondo y de asegurarnos que los padres tengan los elementos de conocimiento para manejarlos adecuadamente, pues de ese manejo durante la infancia dependerá en gran parte, cuando adultos, que sean personas con autocontrol y capaces de remontar la frustración.

Es verdad que mucho de la respuesta emocional de los niños pequeños tiene que ver con su carácter, es una condición con la que nacieron. Pero también en buena parte el manejo de esta condición genética, está sujeto a la educación que reciben y el modelo de templanza paternal.

El berrinche es una expresión normal entre el año y medio y los tres años, etapa en la que se desarrolla el proceso de individualización, pero después de los tres años tendría que ir desapareciendo.

Sin embargo, el ambiente y el ritmo de vida de estos “tiempos difíciles”, están provocando que, en muchos niños y niñas, esta respuesta ante las dificultades de la vida vaya más allá de los tres años. Incluso como adultos, muchos no somos tolerantes a la frustración…Lo que queremos lo queremos ya, en el momento, porque así es nuestro ritmo de vida. Y queremos que el niño no nos exija, no nos haga un berrinche, pero nosotros también pedimos todo “rapidito”.

El berrinche también se gesta en una dinámica relacional, es una co-creación entre los padres y cuidadores y el niño. Los papás ponemos nuestros cincuenta por ciento en la parte de la crianza, y los niños va aprendiendo como lograr cosas por medios disfuncionales. Así, el berrinche pasa de ser una expresión de la frustración natural y normal del niño, a convertirse en una forma de manipulación por una falta de estructura y de manejo adecuado de los padres.

No todos los niños son iguales, como no lo somos todos los adultos. Una de las circunstancias que más influye en la duración e intensidad de las rabietas es la maduración del niño, tanto emocional como cognitiva y lingüistica. Un niño que entiende bien lo que le decimos, que es capaz de empatizar con nosotros y comprendernos y que puede expresarse bien, tendrá menos posibilidades de caer en rabietas irracionales.

Creo que el secreto está en ser muy flexibles... Hay que saber qué es indispensable y que puede ser optativo. Tenemos que analizar cuantas veces al día les mandamos cosas o les negamos algo, y rectificar si estamos siendo demasiado rígidos.

No existe una receta infalible contra los berrinches, pero sin duda el amor, la empatía, el respeto, el autocontrol y la paciencia, son el camino más fácil para superar esta etapa natural del desarrollo infantil.

¡Hasta mañana!


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