28.Noviembre.2016
LA GRATITUD
Por
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Con todas estas cosas que han acontecido en Veracruz, el país y el mundo en los últimos días, admito que he estado de un temperamento más bien quejoso y sombrío.

Pero hoy amanecí dispuesta a echar para adelante, y a superar los problemas, las carencias y las ausencias. Y me di cuenta de que más que estar pensando en lo que perdimos, o lo que no hemos logrado, o las posibilidades que se nos “cebaron”, tendríamos que agradecer lo que aún tenemos, lo que podemos llegar a alcanzar y buscar las posibilidades de bienestar con lo que nos rodea.

Agradecer no nada más quiere decir dar las gracias, sino vivir la experiencia…Sentirnos agradecidos.

Mi abuela decía que “no es de gente bien nacida el no ser agradecida”, pero la verdad es que si hay mucha gente ingrata en este mundo. Hay personas que creen que todo se lo merecen y entonces aquello que de verdad le costó muchísimo trabajo a otro para ofrendárselo, para ayudarle, ni siquiera se agradece. Es más, no sólo no se agradece sino que hasta se desprecia o se olvida.

Muchas veces no valoramos lo que los otros nos dan, y sentimos que lo merecemos absolutamente todo. Con la madurez, aprendemos a agradecer hasta las malas experiencias.

Habría que cultivar el hábito de levantarnos y acostarnos agradeciendo lo que en el día tuvimos, y no sólo pensando o reclamando lo que nos faltó o lo que no tuvimos. Eso nos vuelve totalmente depresivos, de muchos malos augurios, siempre viendo el vaso medio vacío…

Por difícil que sea en estos “tiempos difíciles”, hay que aplicar con nosotros mismos y con los demás la psicología positiva, para estar en paz. Aprender a apreciar no sólo lo material, sino también a las personas y las circunstancias de nuestra vida.

A veces necesitamos perder las cosas o no tenerlas temporalmente, para poder valorarlas. La salud o el dinero son ejemplo de eso. Habría que agradecer hasta la adversidad por la enseñanza recibida.

A nuestros hijos los enseñamos a repetir la palabra “gracias” como un mantra, pero rara vez les ayudamos a dimensionar un gesto, el tiempo que se tomaron, el valor de los dado, etc…

Uno no nace con la virtud de la gratitud, sino que aprende a ser agradecido, incluso con detalles pequeños, cotidianos…Yo recuerdo que si alguien llevaba algo de comida en un plato para compartir, mi abuela o mi madre regresaban el traste lavado y con alguna comida preparada por ellas.

En estos tiempos, los padres a menudo nos sorprendemos por la falta de agradecimiento de nuestros hijos.

En el caso de los adolescentes, esto puede tener una razón natural. Estar agradecido significa estar en deuda con la persona que nos dio algo; en el caso de los adolescentes, estas personas muchas veces son los padres. En pleno proceso de individualización, esto a menudo implica alejarse de los padres, y su necesidad de autosuficiencia es más grande que su impulso de estar o sentirse agradecidos.

Tal vez la mejor manera de enseñar el agradecimiento es modelarlo, revisar nuestras acciones y determinar si estamos dando ejemplo de cómo actuar de manera agradecida. Desde cosas tan elementales como usar siempre la palabra mágica, “gracias”, o no quejarnos frente a ellos por todas las cosas que no tenemos; hasta evitar el impulso de adquirir y consumir todo lo que está de moda como si en ello se nos fuera la vida y aprender a disfrutar con ellos la simple belleza que hay a nuestro alrededor: las puestas de sol frente al mar, la risa de un niño pequeño, la alegría de nuestro perro al recibirnos en casa, etc…

Los chicos podrán aprender a ser agradecidos cuando redigirimos su conducta inapropiada, evitamos sermonearlos y somos un modelo a seguir sobre cómo apreciar lo que tenemos.

¡Hasta mañana!


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