Mañana se celebrará el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, y creo que el tema adquiere especial relevancia cuando un misógino como Trump ha podido alcanzar la presidencia del país más poderoso del mundo, y un golpeador de mujeres como Raúl Cervantes ha sido elegido Procurador de la República en el nuestro.
Creo que el primer paso para dimensionar esta problemática, es desmitificar algunas ideas y prejuicios al respecto, que no nos dejan enfocarnos en el problema real.
Por ejemplo, en este día dedicado a denunciar la violencia que sufren las mujeres, no faltan los que opinan que es absurdo dedicar un día especial a pensar en el tema, porque los hombres también viven violencia, también son acosados, también viven violencia familiar. Y nadie ha dicho lo contrario… Pero, si analizamos las estadísticas, podremos ver que existe una desproporción en el número de mujeres que sufren estos ataques. Si eres mujer, es más probable que se sufra cierto tipo de violencias, que además tienden a ser descalificadas y minimizadas por la sociedad, como la sexual, que tiene una historia de ser invisibilizada o de plano, negada por la autoridades.
Por ejemplo, apenas hace diez años, las leyes mexicanas no admitían que podía haber violación entre cónyuges. O sea, si un esposo violaba a su esposa eso no era considerado violación, sino el ejercicio de un derecho.
Otro terrible mito, es que las mujeres provocamos la violencia que sufrimos…por cómo nos vestimos, o por circular en las calles a ciertas horas de la noche…
Otro argumento machista es que los hombres sufren más violencia que las propias mujeres. Esto es cierto, los hombres son asesinados en una medida mucho mayor que las mujeres. Pero a los hombres y a las mujeres nos matan en contextos diferentes. Es más común que a los hombres los maten en el espacio público, mientras que las mujeres son asesinadas en una proporción mucho mayor en sus hogares.
A los hombres los asesinan comúnmente con armas de fuego y a manos de otros hombres, mientras que a las mujeres las asesinan con otros métodos: las ahorcan, las ahogan, las acuchillan, las golpean o las envenenan…Se trata de un fenómeno distinto. Mientras las políticas públicas para disminuir la violencia contra los hombres son las políticas de seguridad pública, la violencia que sufren las mujeres y las niñas no siempre es abordada por estos enfoques. Bien visto, atacar la violencia en las calles no necesariamente abona a disminuir la violencia en las casas, o en las escuelas o en el trabajo.
Otro rebaten que no puede haber políticas enfocadas sólo hacia la violencia contra las mujeres, pues es como decir que lo que ocurre con los hombres está bien. Y claro que no. Tener acciones que sirvan para atender y disminuir la violencia que desproporcionadamente viven las mujeres, no es ignorar ni desatender las cosas que afectan también a los hombres.
Y en el colmo del simplismo, algunos argumentan que también debiera de hablarse de la violencia que ejercen las mujeres contra otras mujeres y contra los hombres. Y claro que también hay mujeres agresoras…El género no nos hace impolutas. Por supuesto que hay mujeres que también matan, violan, acosan y discriminan y eso también debe castigarse. Enfatizar que las mujeres sufren cierto tipo de violencia, no implica negar que ellas también la reproducen.
Hay mucho que se puede mejorar en la manera en que se aborde este problema. Los estudios que tenemos apenas sirven para demostrar que esta violencia existe, pero poco contribuyen al entendimiento de cómo y porque se reproduce, ni como se trata de manera diferenciada a las mujeres. Por ejemplo, las mujeres transexuales o lesbianas, las migrantes, las que viven con alguna discapacidad, usualmente están excluidas de estos análisis.
Para empezar a combatir el problema es fundamental entender a profundidad la violencia que sufren las mujeres, así que el primer paso es tal vez la conciencia de todos, hombres y mujeres, sobre esta lacerante problemática, que va desde el acoso y la violencia verbal, hasta el asesinato, pasando por la trata y la explotación sexual.
