23.Noviembre.2016
LOS NIÑOS COMO VICTIMAS DE LA VIOLENCIA
Por
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México se ha caracterizado por ser uno de los países que más tratados ha firmado para la protección de los derechos de los niños. Sin embargo, en la vida diaria no dejan de haber momentos en que nuestros niños, niñas y adolescentes, son vulnerados en sus derechos más elementales. Golpes en la casa, discriminación por género, acoso escolar, trabajo no remunerado, e incluso, matrimonios forzados, entre otras, son sólo algunas de las formas de violencia que muchos niños mexicanos experimentan día a día.

Los niños y las niñas debieran estar protegidos por la familia y la sociedad en general, pero la realidad que tenemos en nuestros país es otra, porque nuestros niños están viviendo cotidianamente violencia física, sexual y psicológica.

Necesitamos hacer grandes cambios en la familia y en la sociedad para evitar que los niños sigan siendo víctimas de violencia, y para lograr que crezcan en medio de una cultura de paz. Nos corresponde a todos reflexionar y hacer los cambios que tengamos que hacer para lograrlo.

Es triste, pero en México hay niños que a su corta edad, han vivido experiencias más fuertes que las que cualquier adulto de cincuenta años pudiera contar en su vida. Hay niños migrantes, niñas jornaleras que viven en estado de hacinamiento, niños en situación de calle, niños trabajadores en fábricas clandestinas, niñas que son mamás, adolescentes que se dedican a la prostitución…

En nuestro país, no es fácil la etapa de la infancia, pues todavía persiste la idea de que los niños son propiedad de los adultos, aunque en realidad, también tienen derechos. Este es un paradigma nuevo, el de los niños como sujetos de derechos, y tenemos mucho que hacer para que sea asimilado.

Sin embargo, por el contrario, la violencia contra los niños y las niñas está creciendo. En los colegios, una estadística de UNICEF señala que 7 de cada diez niños sufren violencia. En los hogares, la estadística es más alta: 9 de cada diez niños han sufrido algún tipo de violencia en sus propias casas. Parece que hemos naturalizado la violencia. Y en el hogar no sólo se infringe la violencia mayormente, sino que también se aprende.

La violencia emocional o psicológica, es la que más huella deja: la negligencia, no atender a los niños, no ponerles límites, ignorar sus necesidades más elementales... Desgraciadamente, muchas de estas formas de violencia se ven como métodos educativos.

Internacionalmente llevamos ya cerca de 25 años de estar generando acuerdos generales y específicos para la protección de los niños, las niñas y los adolescentes. La Ley General de los derechos de las Niñas, los Niños y los Adolescentes tiene ya dos años de promulgada y apenas estamos en la fase de implementación de la misma. Pero lo más grave es que las disposiciones que contiene la ley no han sido todavía aterrizadas a las legislaciones estatales ni a los protocolos de actuación de las instituciones que en esencia, fueron creadas para la protección de estos derechos. Además, estamos a años luz de la parte educativa y de sensibilización de las familias.

Para promover la cultura de la paz en nuestras familias, podemos hacer muchas cosas. La cultura de la paz viene desde la ciencia, no es un asunto de vestirnos de blanco y salir a la calle a marchar y a liberar palomas blancas, eso no genera nada.

La violencia no viene con nosotros, en los genes, nos la genera la sociedad. La paz realmente se construye desde la familia.

Una cosa esencial en los niños desde que nacen es la educación emocional, que no es otra cosa más que el conocimiento de la persona, de sí mismos. Empecemos a trabajar en nuestra propia inteligencia emocional, para poder alcanzar ese anhelo de todos: un mundo en paz.

¡Hasta mañana!


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