19.Noviembre.2016
AGRESIVIDAD Y STRESS
Por
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La ira, la agresividad y el stress son emociones que todos experimentamos con demasiada frecuencia. Pero lo grave del caso es cuando incluso los bebés, los niños y los adolescentes caen en sus garras.

Estamos viviendo en un ambiente de violencia, que desgraciadamente permea cada vez más en las familias. La ira en los niños y adolescentes es el resultado de múltiples factores: el ambiente, un temperamento difícil o reactivo, la crianza y la observación de la agresividad y la irritabilidad como una forma de comunicación entre los adultos.

Para mí el peso mayor de estos factores lo tiene el ambiente. Si éste es cálido, empático y respetuoso, así será la conducta de los chicos; si es apático, irresponsable y distante, impactará negativamente su desempeño.

Tenemos que reconocer que en estos “tiempos difíciles”, los padres vivimos tan aprisa que muchas veces invalidamos sus necesidades y demandas. Y esto provoca en los chicos, naturalmente, mucho coraje.

Por otro lado, tampoco debemos de satanizar al enojo, la ira, el miedo y la tristeza, pues finalmente son sentimientos básicos que todos los seres humanos tenemos, son parte de nuestra vida.

El enojo sirve para algo; cuando vemos a alguien enojado lo primero que le decimos es “no te enojes”, cuando en realidad debiéramos permitirle sentirse molesto y hacer algo con ese enojo. Si nosotros detenemos y desacreditamos ese sentimiento, este saldrá de una u otra forma. Tenemos que darle tiempo suficiente al sentimiento de enojo, y encontrarle cauces de expresión correctas, para que no se canalice hacia algo negativo.

Los niños tienen muchas formas de demostrar sus emociones negativas. Primero está la agresividad verbal; luego la física tanto con personas como con objetos, y otra forma que podemos llamar la agresividad pasiva, que es más común en la adolescencia, y que consiste en enojarse, aislarse, quedarse callado y poner una barrera para que nadie penetre. Y hay que decir que muchas veces, las más de las veces, estas conductas son básicamente aprendidas de los padres y de otros adultos que les rodean.

Así que los padres somos los que podemos marcar la pauta, definiendo ciertas conductas como intolerables desde que nuestros hijos son pequeños, que no están permitidas bajo ningún pretexto. Golpear y agredir verbalmente, por ejemplo. Pero esto es complicado si no predicamos con el ejemplo.

También creo que es muy importante que como adultos, devolvamos la potestad a la figura parental. Nosotros somos los adultos en control. Tenemos que tener la claridad suficiente para que los hijos sepan eso. Nos sepan en control. Habrá problemas todos los días, siempre habrá fricción y reacción, pero los adultos tenemos que estar siempre en control de nuestras emociones, y los chicos deben estar seguros de que nosotros siempre seremos ayuda idónea. En casa debemos empezar por modelar conductas controladas.

Otra pauta que ayuda a la disminución de las conductas de enojo o resentimiento, es cambiar la cultura del castigo por la cultura de la reparación. El castigo sólo genera más ira.
Así que demos la bienvenida a la capacidad de enojo que es parte de nosotros, pero dejemos que fluya, aprendiendo y enseñando a nuestros hijos a expresarlo de manera responsable.

¡Hasta mañana!



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