04.Octubre.2016
HABLANDO DE SEXO
Por
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El repunte del conservadurismo en el país ha abarcado no sólo la defensa de la “familia natural” (¿puede un constructo social como la familia considerarse “natural”?), sino que también se ha extendido al ámbito de lo educativo, ante la invocación del derecho de las familias a educar a sus hijos o a definir los contenidos éticos, morales e incluso científicos que deberán aprender en las escuelas.
Concretamente en Nuevo león, en meses pasados la Unión Neoleonesa de Padres de Familia (UNPF) solicitó al congreso local que detuviera la distribución de libros de texto gratuitos porque incluyen contenidos sexuales que ellos consideran no aptos para sus hijos.

Los padres regiomontanos pertenecientes a esta organización consideran que conocer las partes del cuerpo (incluyendo por supuesto los genitales y órganos reproductores internos), y los diferentes métodos de anticoncepción que existen, promoverá un despertar sexual prematuro y una conducta promiscua en los niños de sexto grado.

Las iglesias cristianas, apoyando esta lucha de la UNPF, insisten en que la educación sexual debe ser responsabilidad de las familias, y en principio, creo que tienen toda la razón.

Sin embargo, también estoy de acuerdo en que ante la ola de embarazos adolescentes la educación sexual es un asunto público, una tarea de Estado.

El nuestro es el país con mayor número de adolescentes embarazadas entre los países latinoamericanos que forman parte de la OCDE: en uno de cada 5 embarazos, la madre tiene menos de dieciocho años, a veces incluso sólo once o doce.
Además de las deficiencias físicas y de cuidado que pueden tener los hijos de estas madres tan jóvenes, los riesgos de salud para ellas también son elevadísimos: eclampsia, anemia perniciosa, incluso la muerte. Y por supuesto, en el ochenta por ciento de los casos, implica el abandono de la escuela.
Por otro lado, el sexo sin protección, tan común en México, implica altos niveles de contagio y transmisión de enfermedades como virus de papiloma humano, sífilis, gonorrea, o sida.

Así que este asunto prioritario debe ser tarea conjunta, Estado-familia. Muchos estudios han demostrado que los adolescentes cuyos padres conversan con ellos sobre el sexo, tienen conductas más responsables y menos riesgosas.

El punto es que en las casas mexicanas no se acostumbra este tema de conversación con los chicos, y ahora, encima, hay una corriente que busca promover que tampoco se hable de sexo en las escuelas.

Nos guste o no a los padres, en estos “tiempos difíciles” una gran cantidad de chicos y chicas tienen relaciones sexuales antes de los veinte años. Sin educación, lo harán en la forma más peligrosa, sin protección alguna. Hablemos de sexo con nuestros hijos e hijas para que puedan tener una sexualidad sana y responsable, ayudando a evitar así la violencia que implica los miles de embarazos adolescentes.
¡Hasta mañana!


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