28.Septiembre.2016
LA EDUCACIÓN REPRESIVA
Por
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“Siéntate bien”, “no corras”, “no dejes nada en el plato”, “quédate calladito”, son algunas frases comunes que todos los adultos (padres, abuelos, maestros), solemos espetar con gran facilidad a los niños, propios o ajenos.

Y es que a los adultos nos cuesta mucho trabajo aceptar esa tendencia de los niños a moverse de un lugar a otro saltando, corriendo, gritando…Nos es realmente difícil entender que no quieran terminarse el plato, que se nieguen a dar un beso a su abuela o a su tía, que lloren porque les estorban las costuras de la ropa.

Pero si lo analizamos bien, ellos hacen las cosas a su modo y a su ritmo, y somos los adultos los incapaces de gestionar la actividad y la espontaneidad de los pequeños. Yo insisto en que esto es una cadena: seguro a muchos de nosotros tampoco nos dejaron mover libremente.

Ahora bien, hacer que un niño vea restringida su capacidad motriz, tiene efectos en su conducta futura. En el nivel académico, los buenos maestros saben que un niño no tiene buen rendimiento si su capacidad motriz no es satisfecha.

Especialmente me llama la atención el problema cuando de bebés se trata…Cuando escucho a algunas mamás con las que trabajo quejarse de que tienen bebés “demandantes”, “berrinchudos”, “consentidos”, internamente pienso en su propia carencia de recursos emocionales.

Cuando la fusión o la conexión natural entre las mamás y sus pequeños hijos está desarticulada (y esto es de lo más común en estos “tiempos difíciles”), los bebés empiezan a pedir aquello para lo que la naturaleza los programó: contacto físico, presencia, mirada y palabra. Cuando no lo reciben, entonces lo exigen más y más, de diferentes maneras, pero generalmente con el llanto.

Muchos niños han dejado de moverse porque no se los permitimos, y desplazan esta necesidad hacia otros comportamientos como estar muchas horas frente a las pantallas para no “escuchar” al cuerpo, morderse las uñas, la agresión a los demás, la compulsión al comer.

Creo que necesitamos pensar en estas cosas y empezar a aceptar a los niños tal y como son. La sociedad en la que vivimos no mira a los niños; queremos que se comporten como adultos, nos cuesta acompañarles y satisfacerles, no tenemos tiempo para ellos.

Abramos los ojos y los brazos y empecemos a recuperar el vínculo perdido. Si no lo hacemos ahora, después será cada vez más difícil.

¡Hasta mañana!


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