Sin duda criar a los hijos es una tarea exigente que conlleva un alto nivel de compromiso de parte de quien la realiza, y además requiere de muchas cualidades: hay que hacerla de maestro, puericultor, sicólogo, coach, médico, enfermera, chef, etc… Bien visto, en nuestra economía la maternidad es el trabajo que produce más bienestar.
La formación del capital humano de un país, descansa en la buena o mala tarea que hagan las madres en cada familia. Las capacidades y los conocimientos de los hombres y mujeres de un país, empiezan a fraguarse en el seno de una familia, bajo el cuidado de una madre. Visto así, las madres somos el eslabón más importante de cualquier economía. Pero lo que hacemos, ni siquiera se considera trabajo.
Mi historia es la historia de muchas madres de familia en este país: Cuando tuve a mi primera hija quedé impresionada por la falta de respeto, de reconocimiento y de independencia económica que conlleva ser una madre responsable. En principio, fui despedida del periódico en el que trabajaba sólo por estar embarazada. Después, cuando nacieron los demás, siempre trabajé fuera de casa, pero tuve que dejar muchos proyectos y metas personales para dedicarme a la crianza, una labor poco reconocida social y económicamente.
En estos “tiempos difíciles”, seguimos sin valorar positivamente la maternidad ni el papel tan relevante de la cercanía de la madre en los primeros años de vida de los niños; tendríamos que dar un giro de 360 grados para pensar en la crianza como una importante etapa del desarrollo personal, liberadora y empoderante, y no cómo una carga en la vida personal y profesional.
Entre los primeros que debieran reconocer este valor de la maternidad, además de la familia y los patrones, debiera estar el Estado, promoviendo cambios profundos en el mercado laboral, licencias remuneradas de maternidad-paternidad más largas, jornadas con horarios más racionales, facilidades de emprendimiento para las mujeres, teletrabajo, etc…, y no sólo abriendo a diestra y siniestra guarderías de calidad cuestionable, con la mirada de separar a los niños desde bebés de sus padres para que éstos produzcan y se “realicen” fuera de casa.
Entonces, el trabajo de ser mamá debe ser revalorado por todos los integrantes de la sociedad: por las parejas, por los propios hijos, por los gobernantes… Pero sobre todo, por nosotras mismas, que necesitamos aprender a darnos el autocuidado y el reconocimiento que merecemos.
