22.Septiembre.2016
LOS HIJOS QUE SE VAN FUERA DE CASA
Por
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Pues es así, el “nido vacío” que le llaman. El único de mis cuatro hijos que aún vivía en la casa parental, se apresta a marcharse. Lo cierto es que ya tengo callo para sobrellevar las ausencias, pero conozco a algunos padres que se están enfrentando en estos días al mismo hecho, y lo hacen con mucha angustia y zozobra pues aunque los hijos tienen arriba de 18 años, los siguen mirando como sus pequeños.

Yo siempre me planteé que mis hijos tendrían que irse de mi lado como una prueba del éxito de la crianza recibida, pues si lo pensamos detenidamente, todo lo que aprenden desde el mismo día de su nacimiento tienen como objetivo su independencia, su autonomía.

Pero a los padres siempre nos da cierto miedo, y de repente nos asaltan las dudas y se nos vienen a la cabeza toda su inmadurez, real o imaginaria: que no se saben hacer ni un huevo, que ni su cama tienden, qué pasará si se enferman, etc…

Pero les diré que yo he aprendido que los chicos son perfectamente capaces de hacer todas esas cosas que en la casa no hacen, y no las hacen porque las hacemos nosotras, las madres. Tenemos que otorgarles un voto de confianza: confianza en que sabrán cuidar de sí mismos, organizarse, enfrentar los retos cotidianos, y sobrepasar las malas experiencias aprendiendo de ellas.

Es muy necesario que les transmitamos esa confianza y seguridad, que nos vean convencidos de que son capaces y que están preparados para esta importante etapa de su vida. Hay que amarrarse la boca cuando se nos quieran salir frases anunciando calamidades.

Ahora bien, que ya tengan la mayoría de edad y que se vayan a vivir lejos de casa, no significa que no haya normas que cumplir. La más importante, creo yo, es que tengan claro que están fuera de casa para estudiar, y que deben rendir cuentas de ello. Es importante que los chicos tengan claro el esfuerzo económico que implica su estancia fuera de casa a las arcas familiares, para que lo valoren y aprovechen, para que asuman con corresponsabilidad su parte en este esfuerzo.

Hay que hacerles ver que el compromiso es mutuo, que los padres damos pero ellos también, y que hacerse adultos y ser tratados como tal implica responsabilizarse de sus vidas y de sus actos.
Crecen, los hijos crecen. Y cada vez nos necesitan menos y tienen que hacerse cargo de ellos mismos. Sufrirán, claro que sí, y seguro nos enteraremos de ello, pero también se divertirán ( aunque de eso nos enteraremos menos).

¡Hasta mañana!


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