Una de las cosas que más disfruto en la vida, es viajar. He tenido la oportunidad de hacerlo mucho, como parte de mi trabajo ( en un tiempo fue asesor de un programa educativo del CONAFE en cinco estados de la República), y por puro placer.
Y no estoy planteando forzosamente viajes largos o caros; las simples salidas de fin de semana a los poblados cercanos a la ciudad, o los viajes a otros lugares visitando amigos y familiares, tienen el mismo efecto.
Salir de la rutina, elevar nuestra energía, reencontrarnos con nosotros mismos, son algunos de los beneficios de cualquier viaje, por sencillo que parezca. Así que aunque viajar no es una terapia en sí, nos sirve siempre como tal.
Nos aporta una dosis extra de vitalidad, nos lleva a reflexionar sobre nuestra propia identidad, nos libera, nos revela quienes somos en realidad, muchas veces incluso sorprendiéndonos de lo que somos capaces de hacer.
Viajando podemos sentirnos poderosos, abrir nuestras mentes, volvernos audaces haciendo cosas fuera de lo acostumbrado, pero creo que lo más maravilloso que hacen los viajes por nosotros, es permitirnos concentrarnos en el presente, en el aquí y el ahora, sin pensar en el pasado o en el futuro.
Viajar acompañados de la familia es una grata experiencia, pero hacerlo solo es una experiencia que no nos debemos perder, y que como padres debemos propiciar, en lo posible, que sea vivida por nuestros hijos jóvenes.
Viajando solo uno se siente más poderoso, autónomo, mucho más fuerte e independiente, capaz de tomar decisiones y de alejarse de su zona de confort, sin tener a nadie al lado.
Salir de la rutina, salir de casa, también nos cambia la perspectiva de la vida, pues a veces alejándonos de las cosas podemos verlas con mayor claridad. A nivel físico los viajes reducen los niveles de cortisona y aumentan las endorfinas, lo que nos hace sentirnos maravillosamente bien.
Para los niños es parte fundamental de su educación, pues los hace descubrir nuevas culturas, aprender a adaptarse a distintas circunstancias, comidas y horarios, desarrollar su personalidad, establecer nuevas relaciones, y abrir su mente a otras formas de vida.
Así que hacer un guardadito puntualmente, para poder regalarnos y regalar a nuestras familias la experiencia de viajar, de darnos una “escapadita” aun cuando no sea a lugares muy lejanos, es sin duda un hábito necesario en estos “tiempos difíciles”.
