20.Septiembre.2016
UIDADO VS. SOBREPROTECCIÓN
Por
DENUNCIAN A YUNES LINARES POR AGRESIÓN
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Algunas veces me sorprendo, todavía a estas alturas del partido en que mis hijos “pequeños” tienen ya 25 años, pidiéndoles que se acuerden de salir con el suéter o llamándoles para decirles lo que pueden comer cuando yo no estoy.

Parece una actitud casi natural; el sobrecariño a veces se convierte en un punto ciego difícil de notar. Como madres, estamos convencidas de que la protección que algunas veces brindamos a nuestros hijos no es excesiva, sino necesaria. Mucho más en estos “tiempos difíciles”, que sentimos tan peligrosos y amenazantes para ellos.

Por supuesto que el cuidado cariñoso e inteligente sin duda vuelve la vida de cualquier ser humano plena y feliz, pero el exceso de cuidado o sobreprotección, tienes precisamente el efecto contrario. Es posible comparar el cuidado de nuestros hijos con un abrazo, que al envolverlos con la presión adecuada, los consuela, reconforta y conecta, pero se vuelve amenazante y cargoso si los aprieta al punto de la asfixia.

Así, digamos que hay una línea muy delgada entre ocuparnos con cariño y sobreocuparnos. Con frecuencia es difícil distinguir una cosa de la otra. La primera hace mucho bien tanto al que da el cariño como al que lo recibe; es el ingrediente secreto que mantiene viva una relación, a pesar de la distancia, la separación o el tiempo.

La segunda, en cambio, es tóxica tanto para uno como para el otro. En lo físico, en lo emocional, y en la relación misma.

No es complicado darnos cuenta o saber cuándo estamos rebasando la línea, sólo tenemos que revisar cómo nos sentimos.

Desde la perspectiva del corazón es muy sencillo: simplemente uno se siente bien o no. Cuando el cariño y el cuidado por nuestros hijos pesa, provoca fricciones, expectativas poco realistas, apego emocional, proyecciones, comparaciones y además experimentamos frustración, enojo, impaciencia, tristeza, o preocupación, es señal de que estamos cruzando esa fina línea entre lo sano y lo tóxico. El sobrecuidado disminuye significativamente nuestra capacidad para manejar la cotidianeidad.

No olvidemos que la vida es individual, y cada cual es responsable de la propia. Creo que la misión de los padres es precisamente preparar a nuestros hijos para cuidarse a sí mismos.

El cariño y el cuidado sanos, por el contrario, renuevan cualquier relación. Nos sentimos bien, nos permite ser flexibles y resilientes bajo presión, además de que la sensación de conexión con nuestros hijos se fortalece y el desgaste emocional y energético se reduce significativamente.

La invitación entonces es a ocuparnos de nuestros seres queridos pero no al grado de que un día nos digan: ¡ya no te aguanto!



¡Hasta mañana!


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