Es de los más común entre los jóvenes y adolescentes que cuando están conversando y surge una palabra desconocida o una duda, se metan al internet en su teléfono y busque el significado o la respuesta. Hace rato ya que para ellos que el diccionario ha sido sustituído por Google.
Lo malo de este hábito es que algunas veces se pierden en el ciberespacio tratando de resolver la duda, y cuando por fin tienen la respuesta, la conversación ya va por otro tema o hace rato ha terminado.
Sin embargo, de los hábitos de uso de la red de los más jóvenes, aunque también de alguno que otro adulto, éste me parece el menos nocivo.
Conozco chicos y chicas que pasan horas y horas sentadas frente a su pantalla favorita, y que desatienden reiteradamente obligaciones familiares, personales y profesionales por estar conectados.
La ciberadicción se define como la pérdida de control del uso de la red, utilizándola de manera irracional. Digamos que cuando el uso de internet interfiere significativamente en nuestras vidas, uso del tiempo y relaciones, podemos hablar de una adicción.
En algún momento se atraviesa la fina línea entre un uso del internet compatible con nuestras relaciones personales, para caer en un comportamiento adictivo caracterizado por un exceso de tiempo dedicado a navegar, jugar o incluso, comprar por internet.
Es complejo catalogar este tipo de adicción pues la mayor parte de nosotros pasamos mucho tiempo en el internet por cuestiones de trabajo, o de la escuela en el caso de los más jóvenes, y ello no nos hace ser adictos. El concepto de ciberadicción puede incluso ser algo muy subjetivo.
Y aunque la adicción al internet es una adicción sicológica, muy diferente de las adicciones químicas como el alcoholismo o el tabaquismo, pues aparentemente no tiene el mismo impacto físico, si podemos hablar de serias consecuencias como el detrimento en la calidad del sueño e incluso privación del mismo derivado de estar conectados incluso por la noche; fatiga, malhumor, depresión del sistema inmunológico, entre otros.
Pero creo que la verdadera consecuencia de la hiperconectividad de estos tiempos, es la soledad. Estamos mucho más conectados que antes, pero también, más solos que nunca. La soledad es en sí, una de las enfermedades de estos “tiempos difíciles”. Y esta representa toda una paradoja para un tiempo en el que las interacciones entre las personas son cada vez más constantes y complejas, aparentemente más fáciles e inmediatas.
Como adultos, cada uno sabe que tanto se conecta y que tanto ésta interfiere con nuestras obligaciones, y nuestras relaciones interpersonales. Pero como padres, si tenemos la obligación de estar pendientes y regular el uso de la red de nuestros hijos. Y eso nos lleva entonces a modelar y autoregular nuestro propio uso del internet.
Así que tenemos que aprender a distinguir cuando es importante desconectarnos, para conectarnos con lo que realmente importa.