10.Septiembre.2016
POR EL LAICISMO, LA IGUALDAD Y LA LIBERTAD DE CONCIENCIA
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11.Septiembre.2018



Hoy se llevarán a cabo más de 60 marchas en varias ciudades importantes del país, y en quince días se efectuará una megamarcha en la Ciudad de México, organizadas por el Frente Nacional por la Familia, que aglomera a su vez a más de mil organizaciones laicas conservadoras o religiosas, que se oponen al reconocimiento jurídico del matrimonio igualitario y a la adopción de niños por parejas no heterosexuales, presentadas por el presidente Peña Nieto en mayo pasado.

El tema ha desatado fuerte polémica y el país se ha dividido con argumentos a favor y en contra. Los detractores del matrimonio igualitario afirman que son muy pocos los países que han aceptado esta figura (sólo 10 en todo el mundo), que generaría un caos filiatorio, pero sobre todo, antes del derecho de los adultos a vivir libremente su sexualidad está el derecho de los niños a tener un padre y una madre para lograr un sano desarrollo integral como personas.

Además argumentan que la aprobación de la iniciativa del matrimonio igualitario desvirtuaría el concepto y la naturaleza de éste, que es básicamente una institución heterosexual, cuyo fin último es la procreación, y consideran que para evitar el desamparo legal a las parejas homosexuales ya existen otras figuras jurídicas como la sociedad de convivencia.

Mi postura, compartida con muchos, es más bien a favor de la libertad de elección y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Creo que las leyes deben ser para todos, sin importar la orientación sexual.

Pienso además que la familia, como todos los constructos sociales, no es inalterable y a través de la evolución de la humanidad se ha ido modificando, desde las familias tribales de los principios de la humanidad, donde la filiación era determinada por la madre y era válidas las uniones poligámicas, pasando por la familia tradicional moderna del padre, la madre y los hijos; hasta las familias de hoy, muchas monoparentales, o de parejas sin hijos, o de parejas del mismo sexo, entre otras modalidades. Las leyes se adecúan a los cambios culturales y sociales.

Pero lo que más me asusta de esta reacción de un sector de la sociedad frente a la propuesta, es el tono discriminador, extremista y exacerbado que he notado en algunos de sus voceros. Por supuesto que respeto su derecho a manifestar sus ideas, pero siempre en un marco de respeto por la diferencia.

Y finalmente, creo que defender la libertad de conciencia es fundamental. Los adoctrinamientos de todo tipo debieran ser rechazados y sustituidos por la libertad individual de hombres y mujeres, y la defensa de la igualdad, pues todos tenemos los mismos derechos fundamentales. Ante un discurso de odio y de segregación, es preferible siempre uno de tolerancia y respeto a la pluralidad.

¡Hasta mañana!



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