09.Septiembre.2016
LA CULTURA AUDIOVISUAL
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Sin duda, estos “tiempos difíciles” están marcados por la presencia de las pantallas en nuestras vidas: el teléfono celular, la Tablet, la computadora, la televisión, la pantalla 3D en el cine, etc…

Creo que en la agitación y el stress cotidianos, una de las dificultades que enfrentamos los padres es darnos cuenta del efecto en el tiempo de lo que ocurre (o lo que deja de ocurrir) en el día a día de nuestros hijos.

El trabajo que realizo con familias y mi propia experiencia de mamá de cuatro, me ha dado cierta perspectiva, y me atrevo a afirmar entonces que cuando los niños pueden disfrutar su tiempo con actividades no estructuradas, jugar libremente, y relacionarse con personas (otros niños, otros adultos distintos a sus padres) y no con pantallas, el efecto será niños más imaginativos, creativos, proactivos e inteligentes.

También desarrollan más iniciativa, automotivación, y en los años escolares, son más responsables y autogestivos.

Es verdad que la cultura audiovisual nos ha invadido de golpe, en muy pocos años, sin darnos mucho tiempo para reflexionar sobre sus efectos a largo plazo, en estos tiempos en que los modos de vida ignoran o no toman en cuenta para nada las necesidades reales de los niños.

Sin embargo, ya hay estudios científicos que prueban que los hábitos adquiridos en la primera infancia, que se caractericen por ser experiencias poco interactivas y que requieran poco esfuerzo físico, como ver televisión o dibujar o jugar en la Tablet, terminarán traduciéndose en un claro déficit de las habilidades sociales. Y es muy fácil de entender la razón: más tiempo frente a las pantallas, menos tiempo para la interacción con la familia, que ha sido siempre el principal vehículo para la socialización.

La exposición excesiva a las pantallas desde los primeros años de vida también se relaciona con el déficit en el desarrollo de ciertas funciones cerebrales que tienen que ver con la regulación emocional, y la resolución pacífica de problemas interpersonales.

Afecta además la capacidad para hacer contacto visual con los pares, que es la base para establecer relaciones de amistad y afecto con otros.

Cada día en la vida de los niños, la mitad del tiempo, tal vez 12 horas, debiera emplearse para la satisfacción de las necesidades básicas: dormir, comer, higiene, etc… Las horas restantes, debieran emplearse en la interrelación social y afectiva y en actividades enriquecedoras como el juego. Demasiado tiempo frente a las pantallas crea un déficit de tiempo dedicado al juego y la interacción social.

Como padres, es muy importante que asumamos la responsabilidad de gestionar el tiempo libre de nuestros hijos, pensando muy bien qué tipo de experiencias les brindamos y que oportunidades les estamos ofreciendo para desarrollar todo su potencial. No sólo en cuanto al aprendizaje, sino también a la inteligencia emocional y social, que sólo se desarrollan en el ámbito de las relaciones interpersonales y no con pantallas y máquinas, por sofisticadas que sean.

¡Hasta mañana!


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